Cátedra Raúl Porras Barrenechea

Blog-Homenaje a la memoria de Raúl Porras Barrenechea,
Historiador y Profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

12 febrero 2006

Prólogo a "El Legado Quechua" (Segunda Parte)

Por Félix Alvarez Brun

Tema que le atrajo mucho a Porras ha sido desentrañar el origen y desarrollo del yaraví como expresión del pueblo indígena peruano, desde remotos tiempos, así como descubrir los cambios sufridos en él durante el curso de los siglos hasta convertirse acaso en algo distinto a lo que fue en su comienzo. Lo primero que observa Porras es que "No se halla definida hasta ahora claramente cual es la esencia lírica y humana del yaraví. Se habla de esta canción poética popular -dice- como de la forma más expresiva del alma indígena y se supone que tuvo siempre la misma inspiración melancólica y elegíaca que en nuestros días". Con el deseo de esclarecer estos conceptos o apreciaciones se plantea algunas interrogaciones sobre todo porque le parece que el espíritu del pueblo incaico "expansivo, dinámico y vital", expresado a través de la "alegría colectiva, desbordante y dionisiaca de los taquis incaicos y sus ritos agrícolas y domésticos", y pleno "de salud espiritual y de juvenil optimismo", no concuerda o no armoniza con el sentido plañidero y quejumbroso que se le atribuye ahora. "Algo hay efectivamente -apunta- Que se ha sobrepuesto y fundido con el alma primitiva de la canción incaica, trasmutando su sentido y prestándole nueva entonación sentimental en la que se sienten ecos de líricas lejanas de Occidente, de canciones provenzales, églogas petrarquistas y coplas y seguidillas castellanas." Pues bien, Porras considera por estos motivos que se debe aclarar "los orígenes del yaraví y separar lo autóctono y original de lo aprendido o importado para determinar los componentes de la aleación actual." Esta es la tarea que efectúa en el trabajo que se incorpora en el presente volumen.

Porras dilucida el origen y significado del yaraví y puntualiza los cambios producidos con el correr del tiempo en el que el concepto amplio y múltiple que tenía en el siglo XVI, evoluciona y pasa a ser "restringido y monocorde, teñido de melancolía en el siglo XVIII." Quien lea el trabajo de Porras, escrito con el estilo ágil, ameno, y limpio que lo distinguía y con la versación histórica que le era inherente, encontrará cómo el maestro logra distinguir las variaciones más saltantes realizadas en el fondo y forma del yaraví. Cronistas de primera línea como Cristóbal de Molina, Murua, Cobo, Poma de Ayala, Garcilaso, traen para él testimonios que le son indiscutibles. En esta forma demuestra que la voz "yaraví" procede del castellano y es mestiza. El nombre primitivo incaico, dice Porras, fue aravi o haravi, y a los poetas, de acuerdo con Garcilaso, los Incas los llamaban Haravec o también haravicus. Acuden, asimismo, en amparo de sus afirmaciones los frailes quechuistas y catequizadores autores de gramáticas y vocabularios en lengua quechua, como fray Domingo de Santo Tomás, González Holguín, Torres Rubio y José de Rodríguez que escriben indistintamente en los siglos XVI al XVIII.

No puedo o no debo detenerme comentando las apreciaciones históricas y hasta literarias, verdaderamente interesantes, de Porras, que se encuentran firmemente avaladas e incrementadas con citas de cronistas y quechuistas que dan vida y sustento a lo sostenido por él. Creo que sería quitar al lector el regusto de apreciar personalmente los alcances que da Porras no sólo a las expresiones sentimentales del mundo quechua incaico sino además a las palabras como cuando afirma, basado en las crónicas y vocabularios que el araví era sinónimo de canción y el haylli el "canto épico que loaba el triunfo del hombre sobre la tierra o sobre el enemigo. El aravi era una canción lírica en la que se modulaban el amor, la tristeza o la alegría, las emociones dulces del hogar o de la vida. El haylli era acompañado con el rudo sonido del huancar y de 'cajas temerarias' y el agudo zumbar de los pututos. El aravi se tañía al son tierno del pincullo, de la antara y de la quena-quena." Y cada una de estas aseveraciones trae una cita de Garcilaso, de Molina, de Murúa, de Poma de Ayala o de Gutiérrez de Santa Clara. De tal manera Porras nos encamina por los vericuetos de la historia y las tradiciones y tanto que la lectura de lo escrito por él resulta fluida e incansable y al mismo tiempo ilustrativa y fecunda, lo que no es frecuente en muchos historiadores que adormecen los sentidos y se termina por no cosechar casi nada de los que han querido decir o transmitir. En conclusión, en cuanto al término aravi, Porras sostiene que éste "era inseparable de la música; no podía cantarse sin la flauta", o que el indio enamorado "hablaba por la flauta", según Garcilaso. Otra anotación es la de que "el aravi no era una canción triste o melancólica. No todo en el amor es triste, como dijo el poeta. El aravi incaico fue triste o alegre, según los momentos anímicos que expresaba. La tristeza del yaravi es un tópico posterior a la conquista y especialmente grato al siglo XVIII."

De manera pues que el aravi de la alegría, del amor, de fiestas, de sembríos y cosechas cambia con el tiempo y se torna triste, quejumbroso, trasformándose en el yaraví, como en el caso del drama Ollanta que "está ungido de melancolía indígena". El yaraví de Melgar, surgirá en pleno proceso de mestización espiritual, en el que la quena es reemplazada por la guitarra o vihuela. "El aravi incaico, insiste Porras, es de fiesta de expansión vital y apenas alguna vez es el deliquio de la fiesta sensual se oye la canción lastimosa de las ñustas de que habla Huaman Poma."

Saltando páginas del brillante artículo de Porras se llega al momento en el que la revista "Mercurio Peruano" de 1791, se ocupa del Yaraví, lo que me parece imprescindible poner de relieve. Porras sostiene, en primer lugar, que Mariano Melgar no fue el creador del yaraví, según la opinión de muchos autores, no obstante haber sido él quien diera a esa forma poética "su plena forma romántica." "En 1791-dice- el Mercurio Peruano hablaba del yaraví como de una corriente poética copiosa, de la que había abundantes muestras, pues dice que se componían en diversos metros o endechas de cinco, seis y siete sílabas y también en redondillas, quintillas, cuartetas, décimas y glosas, es decir, en metros típicamente españoles." Y sigue Porras: "Un colaborador anónimo del Mercurio declara que tiene reunidos doce yaravíes diversos. En El Hijo pródigo, pieza dramática atribuida a Espinosa Medrano, considerada como la producción más antigua del teatro quechua, hay una endecha amorosa, que se canta detrás de las escena, a la que algunos han llamado yaraví, pero no recibe tal nombre en la misma pieza." Porras menciona también otras canciones con acento y composición que denuncian el carácter mestizo del yaraví, como la que figura en la escena 9a. del drama Ollanta, cuyos versos son "fruto del estro poético de Antonio Valdez, gran poeta desdeñado", autor de yaravíes que son los que "deciden la suerte del género." Valdez, de conformidad con documentos encontrados por Porras, fue el autor del drama Ollanta. Escribió yaravíes en quechua y "aunque contengan reminiscencias poéticas castellanas, su espíritu es ya peruano, es decir que está ungido de melancolía indígena. Los yaravíes de Valdez fueron escritos en la lengua ancestral y aún para ser acompañados por la quena; los de Melgar, en pleno proceso de mestización espiritual, no contendrán una sola palabra indígena y reclamaran las cuerdas de la guitarra."

Para Porras, el "Mercurio Peruano" de 1791, "con su revalorización de todo lo peruano y su inquieta búsqueda de las esencias patrias, marca un momento interesante en la historia del yaraví." Los contertulios de la Sociedad de Amantes del País, ocultos bajo los seudónimos de Sicramio, Leucipo y Eurifilo, abordan el tema de los yaravíes en una reunión tenida en el campo, y luego en un Rasgo remitido por la Sociedad Poética que se publica en el Mercurio el 22 de diciembre de 1791. Este Rasgo revela la polémica, en la que se aclaran conceptos e interpretaciones del yaraví. Se trata, en efecto, de tres miembros de la Sociedad Amantes del País aficionados a las bellas artes, los que tratan el tema del yaraví y explican el sentido de la música y de la poesía que contiene, los cuales conducen al llanto o la melancolía. El propósito del yaraví para el mercurial escondido en el seudónimo de Sicramio es, escribe Porras, "reflejar la gravedad y seriedad del alma india [...] y recoger en buena cuenta la tristeza telúrica del paisaje y asociarla a una pena de amor." A Sicramio le contradice otro mercurial y así la tertulia amical campestre, entre árboles y plantas, trasladada a la revista, cobra un interés singular para los lectores de aquella importantísima publicación de fines de siglo XVIII, como para todos los que hasta ahora todavía pensamos en la cultura, en la música y la poesía, como componente espiritual indesligable del ser humano, a pesar de los cambios realizados en los últimos tiempos. La exposición de los amigos que publica el Mercurio corre a cargo de Sicramio, considerado como el más instruido en nociones de música , "contrayéndose especialmente a la de los yaravíes." Por la expresada razón dejo que el lector sea quien acuda al Mercurio Peruano de 1791 y se solace leyendo a los mercuriales que discuten sobre un tema que acaso hoy muchos podrían considerarlo baladí.

Por último, Porras considera un tercer momento en la evolución del yaraví. Es el representado por Mariano Melgar, quien es el que, conforme a la cita hecha anteriormente, le infunde un aliento revolucionario y patriótico. Es el ideal que imprime en su obra poética. Muerto después de la batalla de Humachiri "sus yaravíes se quedan para siempre en la imaginación popular, oreados de pólvora revolucionaria y de sangre insurgente", sin perder su "languidez romántica." Concluye Porras con referencias al yaraví visto por los románticos peruanos y sintetiza su trabajo diciendo que son "notas deshilvanadas" que no bastan para caracterizar toda la trayectoria vital del yaraví. Deja constancia, sin embrago, que "el yaraví nace alegre en la fiesta jubilar de la cosecha incaica, silencia su voz en los primeros siglos de la conquista y renace preñado de pesadumbre en el siglo XVIII en las representaciones escénicas en las que sorprende, como una expresión nueva de la raza, su infinita melancolía. Es la época aédica o de florecimiento, en el idioma nativo y genuino, cuyos ecos recogería el Mercurio Peruano y más tarde Markham al copiar el cancionero del cura Justiniani. Melgar le prestó el fuego de la pasión criolla y el ardor por la libertad y lo encadenó a las cuerdas de la guitarra."

No obstante formar un cuerpo aparte dentro de los cronistas estudiados por Porras, se incorpora en el presente volumen el ensayo sobre Huaman Poma de Ayala que fuera publicado en 1948, en su versión final, con el título de El Cronista Indio Felipe Huaman Poma de Ayala. Se ha tenido en cuenta para ello el hecho de ser prácticamente el primer trabajo en el cual se rastrea la vida del cronista indio no solamente en base a las brevísimas y contradictorias referencias personales dejadas por éste en su extenso manuscrito sino también por la variada gama de informaciones de la época empleadas por Porras, en orgánica utilización de datos y relaciones no tenidos en cuenta hasta entonces. Además se ha considerado la apreciación crítica rigurosa en la que señala el valor histórico-documental de la Nueva coronica y buen gobierno, que muchos autores posteriores no han tenido en cuenta por no haber leído atentamente, o por haber leído a medias, el trabajo de Porras.

Paul Rivet publicó en 1936 la obra de Huaman Poma en edición facsimilar incorporando como introducción el estudio de Richard Pietschmann en el cual éste informa sobre el valioso descubrimiento del manuscrito en Copenhague, 1908, y además realiza las primeras averiguaciones acerca del autor con datos extraídos de la propia crónica, vale decir de las dispersas noticias dejadas por Huaman Poma, entre ellas la carta que su padre Martín de Ayala dirige al rey Felipe III. Arthur Posnansky, por su parte, al editar la Nueva Coronica en letras de molde, en La Paz, Bolivia, 1944, se limita a exaltar la personalidad y contribución del cronista indio, pero sin ofrecer nada nuevo en relación a su biografía, pues apenas hace referencias generales y sucintas sin aportar datos concretos, precisos, que pudieran aclarar la hasta ese momento enigmática figura del autor. Porras, en cambio, aparte de realizar con detenimiento y severa confrontación y análisis el rastreo autobiográfico busca nuevos derroteros que conduzcan al propósito de encontrar la huella vital del autor en el contexto de otros documentos e informaciones de la misma época. De esta manera abre una amplia gama de perspectivas destinadas a alcanzar aquel objetivo y, además, permiten un certero enfoque en relación a la interpretación de la obra y su importancia en el conjunto de las crónicas de los siglos XVI y XVII.

Porras divide su estudio en dos capítulos fundamentales con el objeto de esclarecer hechos, muchos de ellos contradictorios, tanto en lo que respecta a los datos biográficos como a la obra señalando al mismo tiempo el valor de ésta y su contribución dentro de las crónicas de su época. Ellos son: I- El rastreo autobiográfico y II- La obra. Comienza refiriéndose al extravío y hallazgo de la Nueva Coronica por Richard Pietschmann en 1908 y su publicación facsimilar por Rivet en 1936, que motiva e incita a los historiógrafos peruanos a realizar estudios sobre el autor y su obra desde diversos ángulos o puntos de vista. Luego, de acuerdo a los datos proporcionados en la Nueva Coronica, se refiere a los Yarovilca Allauca Huanucos, señores del Chinchaysuyo, de los cuales Huaman Poma afirma descender. Sobre el particular, Porras dice que habría que creerle, provisionalmente, "bajo su palabra, prescindiendo de sus errores, jactancias, contradicciones y absurdos frecuentes." En tal sentido, busca hilvanar las referencias existentes en la crónica hasta encontrar aquella posible vinculación familiar de los Yarovilcas con la dinastía real de los Incas, a la cual Huaman Poma se ufana pertenecer. Son interesantes los datos que consigna referentes al abuelo y al padre, así como a la posibilidad de que Anello Oliva, autor de una Historia breve del Perú antiguo, descubrimiento y conquista, e interesado por las tradiciones indígenas, hubiese conocido a Huaman Poma que era un gran amigo de los jesuitas. Largo sería seguir el curso de otras vinculaciones familiares de Huaman Poma a las que Porras se refiere con detenimiento corrigiendo o rectificando hechos, fechas, nombres de personajes, de lugares y otros datos consignados erróneamente por el cronista según los documentos oficiales, crónicas e informaciones de la época que cita Porras. De la misma manera se ocupa del problema relativo al lugar y fecha de su nacimiento, a su educación y recorrido vital. En este último aspecto, como lo confirmara en un valioso estudio reciente la destacada historiadora Rolena Adorno, Porras confrontando datos y referencias del propio autor, precisa que "la única región que verdaderamente conoció y recorrió Huaman Poma fue la de Huamanga y no toda su extensión sino las partes más próximas a la provincia de Lucanas y a su pueblo de San Cristóbal de Suntunto." "El resto de la experiencia geográfica de Huaman Poma -agrega Porras- lo constituye el itinerario de Huamanga a Lima, por Huancayo o por Ica. En su descripción de las ciudades del Perú se demuestra claramente esta deficiencia viajera del cronista." Culmina Porras el pormenorizado rastreo autobiográfico de Huaman Poma con la llegada de éste, octogenario y abatido por pesares diversos, a la Ciudad de los Reyes en donde probablemente murió en 1615 bajo el gobierno del Virrey Marqués de Montesclaros.

El segundo capítulo del estudio de Porras que se refiere a la Nueva Coronica y Buen Gobierno es, asimismo, minucioso y sujeto a rigurosa confrontación de informaciones y documentos que le permiten evaluar su contenido. Encuentra, en primer término, dos partes claramente definidas: la primera que corresponde a la Nueva Coronica que trata de la historia antigua o sea de los "antepasados aguelos y mis padres y señores que fueron antes del Inga", según Huaman Poma, y la segunda que es, dice Porras, "la descripción de la vida provincial bajo el régimen español denunciando sus vicios y abusos, la explotación del indio por las demás clases sociales y proponiendo las reformas necesarias a su juicio." De lo dicho puede colegirse, la importancia verdaderamente fundamental que ambas partes poseen para la arqueología y el folklore prehispánicos y para la historia social y administrativa de la Colonia. Rolena Adorno, por su parte, señala que Huaman Poma "conoce la historia antigua andina y la de la conquista española a través de las tradiciones orales andinas más las tempranas relaciones y crónicas españolas, publicadas éstas a mediados del siglo XVI." Dice además: "Su propia elaboración de la historia se ubica en el contexto de la perspectiva andina y en el de su conocimiento de la polémica sobre la conquista y la filosofía lascasiana al respecto. Los capítulos dedicados al pasado revelan que el propósito del autor no es exclusivamente etnográfico ni histórico, sino que su interpretación del pasado apoya sus aseveraciones sobre el presente para asegurar la reparación de agravios en el futuro." Es importante lo anotado por la autora en su valioso libro Cronista y Príncipe, porque efectivamente Huaman Poma sabía de los escritos de Bartolomé de las Casa y conocía las obras de fray Domingo de Santo Tomás, quien junto con fray Tomás de San Martín, fue informante del Apóstol de las Indias. Indudablemente estos destacados dominicos contribuyeron mucho en el pensamiento del cronista indio y le facilitaron los argumentos para defender al pueblo indígena de los maltratos y agravios cometidos no sólo por los encomenderos y autoridades virreinales sino también por los caciques coludidos con ellos. Pero además, Huaman Poma conocía las obras de José de Acosta, Luis Gerónimo de Oré, Miguel Cabello de Valboa, Cristóbal de Molina, el cusqueño, "gran lenguaras muy antiguo de la lengua quichua y aymara", y, desde luego, al mercedario Martín de Murua con quien tuvo algunos encuentros personales, del que dice que fue comendador del pueblo de Yanaoca y escribió un libro.

Porras se refiere ampliamente a la obra de Huaman Poma y no es del caso que me detenga punto por punto en el detalle de lo expresado por él. Sin embargo vale la pena seguir el orden establecido para una mayor y mejor comprensión tanto del contenido de la crónica como del estudio crítico y conceptos emitidos por Porras respecto de la misma y del autor.

Lo primero que comprueba Porras es la forma cómo Huaman Poma concibe y desarrolla su trabajo. En este aspecto encuentra que no existe una narración fluida y coordinada de los hechos sino fragmentos casi siempre independientes, vale decir sin una verdadera trabazón interna. Esto ocurre, entre otras razones, porque el cronista incorpora dibujos de personajes, sucesos, ciudades, etc. con leyendas o explicaciones atinentes a cada uno de ellos, como si se tratara de un film y su respectiva leyenda escrita. De esta manera, "la historia está subordinada a éstos los dibujos y no los dibujos en función o ilustración de la historia." Es por ello que Porras dice, con toda razón, que "en lugar de una historia de los Incas tenemos una serie de biografías y apuntes sumarios sobre leyes, fiestas, oraciones, bailes, oficios o cargos de la administración incaica, siempre dosificados dentro del marco constreñido de una página. Es el método de la albañilería incaica trasladado a la crónica." Lo dicho merece acaso una reflexión. Algunos historiadores han criticado a Porras tomando en cuenta sus opiniones y discrepancias en relación a las contradicciones, yerros, confusión y falta de concatenación en el desarrollo de la obra y en la exposición confusa del propio pensamiento del autor, es decir sobre el aspecto formal mas no al contenido mismo. No han advertido, probablemente por falta de una lectura atenta del estudio de Porras, que éste en vez de criticar el fondo de la obra, vale decir, las ideas y pensamiento de Huaman Poma, las acoge y hasta las confirma mediante documentos y declaraciones de otros cronistas y personajes contemporáneos de aquel.

Porras, siguiendo el orden establecido por Huaman Poma, se ocupa en primer término de la época pre-incaica. Lo más interesante aquí está en el hecho de considerar Huaman Poma un larguísimo periodo de siglos y miles de años anteriores al surgimiento de los Incas. Porras piensa que esto debe provenir "probablemente de remotísima tradición oral, sobre las primeras edades del Perú." Cabe indicar a este respecto que Huaman Poma es posiblemente uno de los cronistas que recoge con más persistencia las tradiciones e informaciones orales, lo que concede a su obra interés muy especial luego de analizar y verificar los datos aportados. La huella supérstite en labios del pueblo, aunque no tenga las características de seguridad histórica por carecer de respaldo documental y porque puede sufrir alteraciones con el acontecer del tiempo, no deja de poseer algo mágico y persistente en el alma colectiva sobre todo en lo que concierne a las tradiciones y costumbres populares. Pero este no es el asunto a tratar a propósito de la tradición sobre la creación del mundo y de las etapas en que Huaman Poma divide la época pre-incaica, podría decirse del milenario mundo andino. Lo cierto es que Huaman Poma habla de una época lejana en que los hombres vivían en cuevas y peñascos como los animales, hasta que aparecieron los Huari huiracocha runa que introducen el uso de la vestimenta y algunos instrumentos para el cultivo de la tierra, época que dura varios siglos. Vienen enseguida una segunda y tercera generación, los Huari Runa y los Purun Runa, respectivamente, que permanecen por más de dos mil años y que mejoran progresivamente el status social y cultural.

Finalmente surge una cuarta generación, la de los Auca Runa que se caracterizan por ser guerreros y que incorporan a su dominio, por las armas, amplias extensiones de territorio, perdurando su dominio 2100 años. En esta época, que Huaman Poma se complace en resaltar, florece la dinastía de los Pomas y los Huamanes, y dentro de ella la dinastía de los Yarovilcas, de la que dice descender el cronista. Lo interesante del caso, como lo señala Porras, es que Huaman Poma traslada o atribuye a los Yarovilcas todas las virtudes y valores de los Incas. Por este motivo dice que "la exaltación de la bondad incomparable de aquella lejana era, en que no había tributos ni trabajos forzados, es, en el fondo, una cazurra burla del indio yarovilca contra Incas y españoles."

A propósito de las cuatro edades o épocas en que Huaman Poma divide el mundo anterior a la época de los Incas, habría que mencionar como noticia a resaltar que fray Buenaventura Salinas y Córdoba también establece esas cuatro edades del Perú pre-colombino. Buenaventura Salinas, como lo supone el doctor Luis Valcárcel, probablemente conoció la crónica de Huaman Poma cuando trabajaba en el Palacio virreinal por los años 1615 y 1616. No era quechuista pero estuvo interesado en los hechos históricos del Perú antiguo y conocía a los cronistas Zárate, Gomara, Cieza, Oviedo, Garcilaso a los que cita en su obra Memorial de las Historias del Nuevo Mundo Piru, impresa en Lima por Gerónimo de Contreras en 1630. Lo cierto es que Buenaventura Salinas en el primer discurso de su obra consigna también cuatro edades regidas por capitanes y caudillos: Los Huari Viracocha Runa, los Huari Runa, los Purun Runa y los Auca Runa, todos los cuales abarcaron más de 3,600 años en el mundo primitivo anterior a los Incas. Existe, pues, una rara coincidencia, salvo brevísimas discrepancias, entre Huaman Poma y Buenaventura Salinas sobre aquellas lejanas edades que no figuran en otros cronistas.

En relación a la etapa milenaria del mundo primitivo habría que agregar también algunos conceptos de Porras en los que se refiere a cómo Huaman Poma, "recogió tradiciones orales muy antiguas conservadas en el fondo inmemorial de los pueblos de la serranía andina." Las que son "imposibles de comprobar y en las que predomina la esencia poética de los mitos y de los sueños que es fundamentalmente diversa de la lógica histórica." "La contribución de Huaman Poma, dice Porras, es, por esto mismo, muy apreciable para el estudio de las épocas pre-históricas del Perú. Huaman Poma, tratando de revivir el espíritu y los hechos de la época pre-incaica, que el Inca Garcilaso y otros cronistas desdeñaron, puede reclamar, para esta época, la primacía que aquellos detentan en las otras, y ser considerado como el Garcilaso de la época pre-incaica." Agrega, asimismo, "Sin aceptar íntegramente su versión, hay que reconocer que él ha descorrido, en algo, el velo de la más antigua historia peruana y hallamos que, no todo es invención, por las coincidencias que sobre estas antiguas edades encuentran entre muchas afirmaciones de Huaman Poma y referencias hasta ahora aisladas e incomprendidas en las crónicas de Cristóbal de Molina, Cieza, Sarmiento de Gamboa, Santa Cruz Pachacutic y el padre Cobo. Comparándolas, se puede restaurar algunos eslabones de la perdida cadena histórica. Así, Santa Cruz Pachacutec habla de los tiempos de Purunpacha, que recuerdan a Purunruna de Huaman Poma, ambos hablan de Tocay Capac y Pinau Capac, refiriéndose ambos a los mismos fondos insondables de la tradición oral."

A continuación el estudio de Porras se refiere a la historia incaica en la obra de Huaman Poma, en la cual, dice, "falta, sobre todo, la evolución gradual del imperio y la asimilación lenta y tenaz de los pueblos sometidos." Y, agrega, "no se percibe a través de la biografía sumaria de cada Inca, la creciente grandeza del Tahuantinsuyo, las luchas y rivalidades con las tribus vecinas y los avances y retrocesos hasta el reinado expansionista de los últimos Incas. En la crónica de Huaman Poma no se siente, siquiera, el formidable peligro de la invasión de los Chancas hasta las puertas mismas del Cuzco." Porras aclara, en esta forma, hechos históricos en los cuales los Incas fueron protagonistas indiscutibles, los que crearon la grandeza del Imperio, a los cuales Huaman Poma olvida o rehuye mencionar por su interés en exaltar a los Yarovilcas Huanucos, de los que se considera descendiente. No obstante ello, Porras prefiere disculpar al cronista, expresando que lo ocurrido probablemente "proviene de la estrechez de la página correspondiente a cada Inca, que constriñe al cronista a conceder el mismo espacio al reinado de Incas insignificantes, como al de los grandes conquistadores Pachacutec o Tupac Yupanqui." Y no sólo esto, sino además, "para el criterio de Huaman Poma los Incas, como los españoles, son unos advenedizos y los verdaderos señores de la tierra son los antiguos pobladores Auquiconas y Ñustaconas." Para confirmar lo dicho, Porras cita frases del propio Huaman Poma en las que el nombre Inga, según éste, tiene diversos significados según la forma como es usado o el aditivo quechua al que va unido, así "Ynga no quiere decir Rey cino que ynga ay gente vaja como chilque ynga ollero - acos ynga enbustero", etc. Otras frases de Huaman Poma inciden en su inocultable aversión a los Incas, particularmente "en contra la figura más venerada de los Incas, contra el fundador semi-divino del Imperio o sea el Inca Manco Cápac." En este sentido, según Porras, Huaman Poma "colabora con los más acres cronistas toledanos, no sólo en la afirmación de la tiranía de los Incas y de los rudos usos guerreros de éstos y en la existencia de los sacrificios humanos, sino que agrega otros hábitos bárbaros que parangonan las costumbres de los Incas con las de los antiguos imperios orientales." Las citas de Huaman Poma sobre este particular son muchas como la de que el capitán Rumiñahui mató al infante Illescas y "del pellexo hizo tanbor de las cavesa hizo mate de beber chicha y de los guesos antara y de los dientes y muelas quiro guallca" o sea gorjal de muelas.

Aparte de esas y otras informaciones que desfiguran la realidad del pueblo incaico Huaman Poma consigna las que se refieren a leyes y ordenanzas que inciden sobre la organización administrativa, el trabajo, la familia y algunos aspectos más en el imperio incaico, que Porras no deja de recoger reforzándolas con citas de cronistas contemporáneos o anteriores a aquel. Entre las contribuciones de Huaman Poma que Porras se complace en relievar, considerándolas como inapreciables, están las referentes al folklore andino y las fiestas incaicas. "El Cronista nos refiere, escribe Porras, mes a mes, las fiestas y canciones -aravis, hayllis y taquis- de los indios de las diversas regiones del Perú. Recoge en quechua o en aymara y en otros dialectos, los textos mismos de las canciones indígenas y nos describe los instrumentos musicales con las que las acompañaban. Están allí las canciones de la siembra y de la cosecha, el aymoray cuando se llevaba el maíz a los trojes, los cantos de los pastores o llamamiches y los cantos regionales de los collasuyos, los contisuyos y andesuyos."

Conforme apunta Porras, la segunda parte de la obra de Huaman Poma es la que se titula Buen Gobierno y "está destinada a analizar y censurar la realidad social y política de la época en que le tocó vivir el cronista", o sea que trata de las primeras décadas del gobierno colonial. Sobre el particular, dice Porras que más que una crónica son "una serie de memoriales y proyectos dirigidos al Rey y a las autoridades coloniales, en los que se mezclan quejas y protestas justísimas por los abusos de algunos funcionarios provinciales." Las principales diatribas, añade, "están dirigidas contra la tríade provincial que representan el corregidor, el cura doctrinero y el cacique indio, con su cortejo de 'mandones' y de 'mandoncillos." El cuadro del sistema opresivo que pinta Huaman Poma es, precisamente, el que determina la "disminución de la raza indígena y de la población de las ciudades y villorrios andinos. Los indios huyen a las punas y las soledades agrestes para librarse de las extorsiones y abusos de los funcionarios de la ciudad." "Es el lamento más constante en la pluma de Huaman Poma", escribe Porras. Las quejas de Huaman Poma en esta parte están enderezadas principalmente contra el virrey Francisco de Toledo y las ordenanzas dictadas por éste, entre ellas las que dispone el nombramiento de corregidores para las provincias, de los que dice que son los causantes de "gran daño y pleytos y perdiciones de los yndios y como se perderá la tierra y quedara solitario y despoblado todo el rreyno y quedara muy pobre el rrey por causa de dicho corregidor, padre encomendero y demás españoles que roban a los yndios sus haziendas y tierra y casas y sementeras y pastos y sus mugeres y hijas..." Porras, agrega a lo dicho por el cronista, que "es la opinión de los virreyes contemporáneos don Garcia Hurtado de Mendoza y don Luis de Velasco que coinciden casi literalmente en sus expresiones con Huaman Poma."

Muchos otros asuntos tocados por Huaman Poma en la parte del Buen Gobierno son mencionados y comentados por Porras, con amplio conocimiento de la realidad existente y del accionar de los funcionarios reales y de la aplicación de las leyes respectivas. Una breve enumeración de los mismos puede dar idea de la amplitud que significaría consignarlos en esta introducción. El cronista se refiere a los maltratos del indio por el cobro de los tributos; al corregidor y sus excesos como funcionario real que se colude con el encomendero, el fraile, el cacique y el escribano; a los españoles que medran a la sombra del corregidor; a los curas doctrineros, aunque reconoce que algunos de ellos dan buen ejemplo y defienden al indio; a los criollos, mestizos y castas intermedias y a los propios indios, cuyos defectos y virtudes menciona. Todo lo cual constituye un verdadero arsenal de informaciones de los que se pueden extraer conclusiones importantes acerca de la Nueva Coronica y Buen Gobierno. Porras lo reconoce así, al expresar que "Con los apuntes dispersos e insistentes hasta la saciedad de Huaman Poma, se puede rehacer el cuadro de la administración provincial española en la época colonial y el de las diversas escalas sociales que lo integraban. Una rápida comparación entre los datos del cronista y los contenidos en otros documentos oficiales de la época basta para acreditar la veracidad y realismo de sus acusaciones."

Porras toca después algunas facetas de la personalidad de Huaman Poma y se refiere también a sus proyectos reformistas del mundo colonial. Sigue con una apreciación sobre el valor histórico y moral de la obra para luego ocuparse de la versión del cronista acerca de la conquista y la colonización. Concluye Porras refiriéndose al carácter satírico y burlón del cronista, y emite apreciaciones críticas sobre el autor y la obra, todo lo cual abarca buen número de páginas que, por lo mismo y por el interés que poseen, dejo de revisar a fin de que el estudioso interesado en el tema Huaman Poma, luego de leerlas, aprecie el trabajo de Porras, desapasionadamente y con el rigor que le corresponde como lo ha hecho Rolena Adorno, a quien me refiero a continuación.

Rolena Adorno, destacada historiadora, ampliamente conocida entre los especialistas de Huaman Poma por su obra Cronista y Príncipe, ha escrito recientemente sobre el valor del ensayo de Porras, que fuera publicado hace cincuenta años, Considera que las lecciones de Porras sobre la manera de "emprender una investigación textual e histórica", siguen vigentes. En tal sentido, afirma, "Someter documentos nuevamente hallados a un escrutinio riguroso es imprescindible y eso es precisamente lo que él hizo." Lo dice a propósito de un valioso trabajo que acaba de realizar sobre Huaman Poma en el que analiza dos importantes documentos encontrados en los últimos años que se refieren a la existencia real del cronista indio, es decir al hombre de carne y hueso. Cabe recordar que al momento de escribir Porras sobre Huaman Poma y su obra no se tenía documento alguno que certificará la existencia de éste, salvo las noticias consignadas en su crónica. Sin embargo, en el Post scriptum de la edición de 1948, logró dar a conocer "dos huellas documentales directas halladas en archivos diversos": un amparo en posesión a los hijos del cacique de Lurinsaya, en Huamanga, de 20 de noviembre de 1595, que ratifica "don Philipe Guaman Poma", probablemente en condición de secretario o escribiente, y una carta dirigida por Felipe [Guaman Poma] de Ayala al rey, desde el pueblo de Santiago de Chipao, de la provincia de Lucanas Andamarcas, de fecha 14 de febrero de 1615, con la que, precisamente, remite la crónica. A estos documentos agrega Porras las relaciones de méritos y servicios del capitán Luis Dávalos de Ayala quien anota Porras, "convivió con la madre del cronista doña Juana Curi Ocllo e influyó grandemente en la vida de éste, dándole seguramente su protección y apellido."

Pues bien, medio siglo después, Rolena Adorno tiene en sus manos dos "documentos de gran relevancia para la historia de la vida de Guaman Poma." Dichos documentos -dice la ilustre historiadora- son: "El primero (la compulsa Ayacucho), analizado y publicado por Juan C. Zorrilla A. en 1977, que forma parte de una compulsa elaborada para un juicio por tierras que sostuvo la comunidad de Chiara contra su hacendado el año de 1807. En segundo (el Expediente Prado Tello), editado y sacado a luz en 1991 por monseñor Elías Prado Tello y Alfredo Prado Prado y sustanciosamente prolongado por el historiador Pablo Macera, que es el expediente en el cual Guaman Poma apareció como peticionario en la década de 1590." Y agrega: "Sin duda, esta última publicación ha sido un acontecimiento bibliográfico de máxima importancia para el conocimiento de las actividades del cronista andino." A estas dos publicaciones Rolena Adorno concede una atención prioritaria porque le permiten señalar aspectos fundamentales de la vida y obra de Huaman Poma. Y al hacerlo con la solvencia intelectual y el rigor histórico que la caracterizan, ha llegado a conclusiones que revelan cómo Porras sin haber contado con dichos documentos había logrado precisar referencias muy concretas sobre la vida de Huaman Poma y, además, señalar los alcances de la obra de éste en dos aspectos fundamentales: "los límites geográficos de la experiencia vital del cronista y la parcialidad étnica de su perspectiva." Por esta razón, Rolena Adorno ha declarado, en el trabajo que comento, su "reconocimiento a la contribución del doctor Porras al conocimiento de la figura de Guaman Poma y su obra", así como por la forma como trató el asunto, es decir mediante el escrutinio riguroso imprescindible que es lo que todo buen historiador debe realizar. Debo recalcar que el trabajo de Rolena Adorno, que es un homenaje a Porras, es producto de esfuerzo paciente, laborioso y serio, lo que se percibe particularmente en la compulsa que ha efectuado de los citados documentos.

De acuerdo a ellos y tomando en cuenta lo hecho por Porras, Rolena Adorno recuerda, cito sus palabras, "que en los años cuarenta el doctor Porras había estudiado en detalle la perspectiva local de Guaman Poma. La relevancia del balance crítico hecho por el distinguido historiador peruano consiste en haber destacado los límites geográficos de la experiencia vital del cronista y la parcialidad étnica de su perspectiva. Porras reconoció la corta extensión del peregrinaje de éste, mayormente en el Obispado de Huamanga en las partes más próximas a la provincia de Lucanas Andamarcas, tanto como su residencia infantil en el Cuzco y su repetida trayectoria de Huamanga y Lima por Huancayo o por Ica. Destacó también el carácter provinciano de sus ideas reformadoras fundadas en un 'rígido estatismo' jerárquico y aristocrático que buscaba la restauración de los antiguos caciques; perfiló acertadamente al Guaman Poma que proclamaba la tiranía de los Incas, a quienes veía como posteriormente a los españoles como advenedizos e intrusos, que reservaba su protesta más airada 'por el despojo de sus caciques principales y por la mezcla de la raza' y su odio capital por el mestizaje."

Pero Rolena Adorno no solamente ha precisado en la obra de Porras los aspectos mencionados que indudablemente son esclarecedores respecto de la experiencia vital del cronista y de sus propósitos reformadores, sino también las contribuciones que éste presenta en otros campos, los mismos que Porras no deja de resaltar. Algunos historiadores, al parecer, no han leído la obra completa de Porras y se han dejado llevar por algunos conceptos vertidos por él en las primeras líneas de ella en relación al estilo y la sintaxis del cronista, así como a la confusión mental en la exposición de sus ideas e informaciones. Quienes hayan leído Nueva Coronica -que deben ser poquísimos o sólo los especialistas en Huaman Poma - no pueden dejar de aceptar que el cronista indio no conocía bien el castellano para disfrutar de un buen estilo ni que es claro, preciso y puntual en sus conceptos, sino más bien confuso y hasta enrevesado en buena parte de su obra. Sostener lo contrario es simplemente carecer de sindérisis conceptual, piénsese, además, que a ello se suman los persistentes párrafos en quechua que, estoy seguro, casi todos los historiadores, salvo contados quechuistas, desconocen. Por último, no se ha tenido en cuenta que Porras, al emitir aquellos conceptos considerados por algunos como injustos o exagerados, pensaba en los destacados cronistas que cita al iniciar el estudio sobre Huaman Poma, es decir en Garcilaso, Sarmiento de Gamboa, Gutierrez de Santa Clara y Pedro Cieza de Leon. De manera, pues, que tratar de restar valor al trabajo de Porras sobre el cronista indio en base únicamente a las citadas expresiones que mas se refieren a su personalidad y cultura, sería, por ejemplo, como negar la importancia de la obra de Huaman Poma sólo por el hecho de haber expresado éste que el Vocabulario del gran quechuista fray Domingo de Santo Tomás en "la lengua del cuzco chinchaysuyo quichua" se encuentra "todo revuelto con la lengua española y no escribio la descendencia de los primeros indios cómo de qué manera fue y multiplicó antiguamente de los primeros señores reyes pacarimoc y de sus vidas y de los indios..."

Por lo expuesto me parece oportuno volver a citar a la distinguida historiadora, quien dice lo siguiente: "A pesar de haber caracterizado a Guaman Poma por un 'pensamiento confuso' que conocía mal la historia de los Incas y su obra por 'el método de albañilería incaica trasladado a la crónica', al mismo tiempo el doctor Porras reconoció como frescas y originales las contribuciones de Guaman Poma al conocimiento de las costumbre, ritos y creencias andinas y subrayó la veracidad y realismo de sus acusaciones en contra de los corregidores, encomenderos, curas doctrineros, criollos y mestizos, comparándolos con testimonios semejantes ofrecidos por los virreyes en sus documentos oficiales." Dice asimismo, que "en la primera época de las investigaciones sobre Guaman Poma el doctor Porras estableció el valor y la importancia del testimonio del cronista como un observador perspicaz de la sociedad virreinal al nivel local y como una auténtica voz andina que conocía las tradiciones orales y rituales del pueblo." Creo que con estas esclarecedoras apreciaciones de la gran especialista en nuestro cronista indio quedan desvirtuadas algunas de las opiniones vertidas en contra del insigne historiador peruano Porras Barrenechea, con relación a su obra El cronista indio Felipe Huaman Poma de Ayala.

Es importante anotar cómo Porras estudia el proceso referido a la supervivencia del quechua y todo lo que hicieron los curas y frailes españoles en tal sentido. No sólo nos presenta a los quechuistas clásicos como Domingo de Santo Tomás (s. XVI), Diego González Holguin (s.XVII) y otros, sino también a los que regentaron cátedras eclesiásticas como Juan de Balboa -primer catedrático de quechua en San Marcos- (1579-1590); Fray Juan Martínez de Ormachea, Antonio de la Cerna, Juan Roxo Mexia, Diego Arias Villaroel, Joaquín de Avalos Chauca y otros hasta el siglo XVIII en que, por decreto del Virrey Jáuregui (1784) se extingue, para dar paso a un cambio en la política del gobierno virreinal. No deja de mencionar, asimismo, a fray Luis Gerónimo de Oré, criollo guamanguino amigo de Garcilaso y autor del Símbolo Católico Indiano, publicado por Antonio Ricardo en 1588. Según Porras, Oré ofrece en el Símbolo "un arte en quechua y aymara, una descripción geográfica del Perú y de los naturales de él y noticias sobre el origen de los indios, o sea, la primera prosa científica escrita en quechua". Larga es la relación de quechuistas que Porras recuerda y que no es del caso mencionar en esta introducción. Sin embargo, habría que decir que Porras no solamente los cita sino que, aparte de la rigurosa apreciación crítica, ofrece importantes datos biográficos y bibliográficos sobre cada uno de ellos, producto de arduas investigaciones personales que después son aprovechadas por posteriores historiadores. Y además Porras fija el papel que desempeñó la Universidad en la tarea de revelar y estudiar las lenguas indígenas desde el siglo XVI y de haber sido fray Domingo de Santo Tomás el descubridor de los secretos de la estructura gramatical del quechua y de los tesoros culturales del Incario contenidos, para conocimiento de los etnógrafos futuros, en su importantísima obra Lexicon o Vocabulario de la lengua general del Perú.

Porras es por consiguiente de los estudiosos más destacados entre los que han cultivado la historia lingüística peruana. Es de los que en el presente siglo, exactamente desde 1919 en que funda el Conversatorio Universitario, plantea la necesidad de estudiar el quechua como componente de la cultura peruana contemporánea. Como ha precisado en reciente estudio el licenciado Jorge Prado Chirinos, a partir del Conversatorio se toma interés por conocer lo ancestral indígena y se valora la literatura quechua que, salvo esporádicos trabajos, no era tomada en cuenta, y más bien se privilegiaba la occidental, es decir la española. En un artículo publicado en "La Estrella de Panamá" y reproducido en la revista "Variedades" de 1924, Porras se refiere a los "vagos testimonios y fragmentos felices que atestiguan la existencia de una literatura plena en el imperio de maravilla" y, con gran conocimiento de la historia del pueblo incaico, afirma que sobrepasaron los quechuas las formas hímnicas que fueron el balbuceo literario de todas las culturas indígenas americanas para abordar la historia cultivada por los amautas, la oratoria incitante de las arengas de los Incas paternales y guerreros y "la excelsa forma dramática que dio pábulo en el teatro del Cuzco a que el instinto suntuario de la raza desplegara todos los faustos del oro, el vellón, la pedrería y las plumas". Porras encuentra pues que la literatura quechua tiene un pasado de oro muy poco conocido, como lo confirmara después el destacado profesor Teodoro Meneses, discípulo de Raúl Porras y Paul Rivet. Y es que Porras se hallaba en la línea de los investigadores interesados en profundizar el estudio de las expresiones más significativas del mundo andino, entre ellas la lengua quechua, contribuyendo en esta forma a su mejor conocimiento y difusión. Salvo contados especialistas de los últimos años interesados en el quechua de los Incas, la mayoría de los que se ocupan de temas vinculados al pueblo indígena lo hacen sin contribuir con nada nuevo y mas bien moviéndose con información ya conocida. Son los que ven nuestra historia con la mirada puesta en el cascarón y sin penetrar en la médula misma o el corazón de ella.

En cambio Porras investiga, estudia, analiza e interpreta las obras de los quechuistas y emite opiniones claras y precisas sobre el valor que tienen, como lo veremos después. Porras era un erudito en temas históricos peruanos de todas las épocas. En el caso de la lengua quechua poseía amplio dominio de las fuentes y a través de éstas adquirió absoluto convencimiento sobre la eficacia de ella para ofrecer la mejor información en relación a la vida social, cultural y hasta económica del pueblo indígena. Por eso es que no dejó de precisar que la contribución del XVI al conocimiento de las lenguas indígenas y, a través de él, al de la historia prehispánica fue fundamental. Por este motivo consideró también que el estudio de la obra evangelizadora en el mencionado siglo y, desde luego, en el XVII, fue esencial porque los frailes y doctrineros promovieron el aprendizaje del quechua como la forma más eficaz para captar el sentimiento indígena y fundirlo al sentimiento cristiano y occidental. Esto le llevó a Porras a aprovechar del Congreso Internacional de Peruanistas de 1951, reunido con motivo del IV Centenario de la fundación de San Marcos, para reeditar los vocabularios de fray Domingo de Santo Tomás, de 1560 y de Diego Gonzalez Holguín de 1618, convencido que en ellos se recoge el legado espiritual de los Incas. Los primeros vocabularios fueron considerados por Porras como fuente indispensable para reconstruir los principios modeladores del alma incaica y de la organización institucional de los antiguos peruanos, según sus propias palabras. Tanto en los quechuistas citados como en otros de los primeros siglos de la presencia española en el Perú que también recogieron vocablos quechuas y usaron esta lengua para sus sermones, informes, y demás trabajos oficiales y religiosos, se encuentra amplísimo material para escribir la historia de los Incas, particularmente en lo que se refiere al espíritu creativo y sustentador del sentimiento del pueblo incaico. A ellos se debe que muchas palabras y expresiones, que reflejan el espíritu del pueblo indígena, no desaparecieran. "El mito, la leyenda y el cuento fueron las formas populares y poéticas anunciadoras de la historia", dice Porras, y esas manifestaciones se descubre en los quechuistas de los siglos XVI y XVII. Porras lo expresa claramente cuando señala que "la historia, los mitos y la organización del pueblo incaico se transparentan a través de los vocablos simbólicos. El hallazgo de la fonética y el traslado de los fonemas quechuas a la escritura occidental permite la fijación y la perpetuación de los cantares históricos de los Incas, de sus hayllis o himnos guerreros y de sus leyes, de sus havavis amorosos o bucólicos y de sus fábulas o consejas populares. Las crónicas castellanas recogen ávidamente el latido de la vieja civilización indígena y lo sincronizan con la cultura universal..." La historia de los Incas para Porras "fue un sacerdocio investido de una alta autoridad moral, que utilizó todos los recursos a su alcance para resguardar la verdad del pasado y que estuvo animado de un espíritu de justicia y de sanción moral para la obra de los gobernantes, que puede servir de norma para una historia más austera y estimulante, que no sea simple acopio memorístico de hechos y de nombres". Todo ello lo dice Porras en base a su conocimiento profundo de los quechuistas y de los cronistas, en los que fue maestro incomparable.

La incorporación en este volumen de los trabajos sobre fray Domingo de Santo Tomás y fray Diego Gonzalez Holguin, que sirvieron de prólogo a cada una de las obras de estos notables quechuistas, debe ser por consiguiente estimado como fundamental para los estudiosos de la historia de la lengua de los Incas, de las instituciones incaicas y de las más variadas manifestaciones de la cultura vinculada a nuestro pasado indígena.

Porras expresa, en frases encendidas de admiración y simpatía, la valiosísima contribución de fray Domingo de Santo Tomás al estudio de la lengua de los Incas, a la que es el primero en bautizarla con el nombre de quechua. Por esta razón le dedica uno de sus mejores estudios, producto, como siempre, de minuciosa investigación sobre la vida, la obra y la personalidad del notable dominico. Fray Domingo de Santo Tomás, dice Porras, "tuvo en el Perú la vocación y el destino de iniciador." Confirma esta aseveración con una relación en la cual enumera haber sido el primero de los españoles que en el Perú abrió surcos provechosos que sirvieron de ejemplo y de perseverancia para alentar vocaciones. Por todo lo que hizo y dejó como ejemplo o modelo en el Perú en su condición de lingüista, maestro y predicador, fray Domingo de Santo Tomás "se yergue, en el pórtico de la cultura peruana, como una de esas esculturas de los frontispicios de los templos medioevales, revestido con el amplio y noble talar de la sabiduría," escribe Porras.

La primacía de fray Domingo como iniciador en muchos aspectos de la actividad humana permiten fijar su personalidad y talento, de manera que considero necesario reiterar lo consignado por Porras sobre el particular. Descubrió y compuso la primera gramática sobre la lengua de los Incas y publicó el primer vocabulario quechua; fundó los primeros conventos dominicos en la costa peruana, en Chicama y en Chincha, y es de los primeros en dedicarse por entero a la conversión de los pueblos del Callejón de Huaylas y de la región de los Conchucos. En esta última se dedicó, además de evangelizar, a corregir algunos malos hábitos morales, llegando al extremo de castigar a un indio que actuaba como sacerdote de una huaca por vestir y obrar con "vicio debajo de especie de santidad", según informe escrito de su "misma letra" que entregó a Cieza de León. En esa misma región, según Porras, perfeccionaría su experiencia lingüística. Es el primero que predica a los naturales en su propia lengua, convencido que era la vía más efectiva para alejarnos de la idolatría; es el primer doctor graduado en la Universidad de San Marcos, cuando esta institución funcionaba en el Convento de Santo Domingo, y es el primer catedrático de Teología en la misma Universidad.

El hecho de conocer y hablar muy bien la lengua quechua convirtió a fray Domingo en el mejor intérprete de los sentimientos de los naturales, porque pudo comunicarse con ellos directamente, sin intermediarios, y obtener información de primera mano sobre sus costumbres, tradiciones, ritos y otras manifestaciones espirituales. Cieza de León, el Príncipe de los Cronistas, fue amigo personal de fray Domingo y recogió de él muchas de aquellas informaciones para la Crónica del Perú y El Señorío de los Incas, que son dos obras imprescindibles para conocer la historia del Imperio de los Incas. La primera obra describe los pueblos y regiones de nuestro territorio, en lo que se refiere a lo físico y etnográfico, y la segunda que "es la auténtica revelación del Incario", porque descubre su estructura íntima y las normas esenciales del espíritu quechua de ecuanimidad y de justicia, como lo ha precisado Porras. Cieza considera a fray Domingo como el gran conocedor de antiguallas peruanas, lo que en efecto quedó demostrado no sólo en sus principales obras sino también en sus consejos, informes, relaciones y cartas a las autoridades reales y a cuantos se interesaron en los asuntos del pueblo indígena. Además fray Domingo de Santo Tomás, debido a su condición de pastor de almas y por su sabiduría, inquirió sobre aquellos sentimientos y atisbó con particular interés los hechos respecto de la vida pasada y la que tenían los indios desde el momento en que los españoles conquistaron el Imperio de los Incas. Todo ello contribuyó, no cabe duda, para que se convirtiera, como señala Porras, en el defensor de la capacidad intelectual de los indios y sostener, por lo tanto, que eran aptos para la cultura y religión, conceptos similares a los esgrimidos por fray Bartolomé de las Casas contra las ideas de Juan Ginés de Sepúlveda. Sobre el particular habría que recordar que fray Domingo perteneció a la misma orden religiosa del Apóstol de las Indias, fue amigo suyo y su corresponsal al que enviaba "relaciones originales sobre las costumbres y creencias de los peruanos", así como sobre la situación real de los indios y el maltrato de que eran objeto de parte de los españoles. Cuando fray Domingo estuvo en España entre 1560 y 1561, presentó, conjuntamente con Las Casas, un Memorial a Felipe II, a nombre de los indios y de los caciques principales del Perú, oponiéndose a la perpetuidad de las encomiendas y demostrando la inconveniencia de la medida por el daño que podría acarrear a los naturales. Abogaba, en cambio, a favor de su incorporación como súbditos de la corona real.

Lo dicho demuestra pues la estrecha vinculación de fray Domingo con Cieza de Leon y Las Casas, así como la valiosa colaboración que prestó a ambos en su calidad de informante en asuntos del Perú. Ello le concede el privilegio de ser uno de los más eficaces y confiables conocedores de la realidad seiscentista peruana.

Lo expuesto explica por qué Porras dedicó especial atención a la figura de fray Domingo de Santo Tomas. Los prólogos a la Grammatica o arte de la lengua general de los Indios de los Reynos del Perú y El Lexicón o Vocabulario de la lengua general del Perú, reeditados por Porras en 1951, poseen aquella connotación, es decir que no solamente incitan a profundizar el estudio de la lengua quechua sino además a penetrar en la verdadera historia de los Incas y adquirir información fundamental sobre instituciones, costumbres, mitos y leyendas del mundo indígena peruano. Para Porras la gramática prueba la capacidad y la estructura mental del pueblo creador de una lengua y el vocabulario constituye el mejor inventario de los adelantos y adquisiciones culturales de un pueblo. En relación a fray Domingo de Santo Tomas, como autor de la Grammatica, expresa que éste "realizó para la lengua quechua la tarea inmortal que para la castellana llevó a cabo Antonio de Nebrija, a cuyo plan ciñó el análisis de la estructura de la lengua índica." En cuanto al valor del Lexicón, como instrumento para descubrir la trascendencia del idioma, Porras expresa que "el estudio de los vocabularios puede servir no sólo para seguir la evolución fonética del lenguaje, sino para rastrear el origen del pueblo que habla una lengua, su estado social, sus principales nociones y elementos de cultura, el origen y significados de sus mitos, las relaciones con los pueblos vecinos y las áreas geográficas de distribución cultural." Partiendo de estas consideraciones Porras estima que el examen minucioso de los vocabularios puede conducir al esclarecimiento de muchos problemas históricos, etnológicos o de otra índole. Al respecto señala que del estudio geográfico de la difusión de las dos grandes familias lingüísticas, el quechua y el aymara, surgieron las teorías de Riva Agüero y Max Uhle sobre el imperio megalítico pre-incaico que después es comprobado por la arqueología. Precisa, asimismo, que de "las fuentes lingüísticas arrancan las interpretaciones cardinales de Rivet sobre el origen de los americanos, así como la de Latcham, Jijón Caamaño y Valcárcel sobre los primeros pobladores del Cuzco y las pugnaces interpretaciones de Tello sobre el origen arawaco o forestal de la cultura peruana, coordinadas con la arqueología".

Después de fijar la importancia de la lengua nativa y dentro de ella los vocabularios para desentrañar aspectos esenciales como los indicados, Porras se aboca a la tarea de precisar los orígenes, amplitud, tendencias y demás características del quechua o runa-simi de los Incas. Lo hace con amplio dominio de las fuentes - cronistas, historiadores, arqueólogos, lingüistas y otros especialistas en el asunto. Analiza e interpreta gramáticas y vocabularios con el objeto de destacar el valor de numerosas palabras quechuas y su significación histórica e idiomática, dentro del espectro general de la lengua general de los Incas. En esta labor recurre de manera preferente a Fray Domingo de Santo Tomás, a quien considera el iniciador de los estudios quechuistas. Es indudable que el trabajo de Porras abre un amplio horizonte a los especialistas en la parte que dedica al examen terminológico del quechua vinculado a las instituciones y al papel que éstas cumplían en el mundo del incario. De ahí que para él, el vocabulario de Fray Domingo "sirvió de aprendizaje no sólo para evangelizar a los indios, sino también para captar su historia y las esencias de sus instituciones", como lo es también el vocabulario de Diego Gonzalez Holguín, conforme lo veremos después.

Pero Porras no solamente se refiere a las dos obras citadas de Fray Domingo de Santo Tomás, sino también a "sus innumerables cartas y memoriales en defensa de los indios". "No cesó - dice - de abogar por ellos en toda su vida, desde que llegó en 1540, hasta el momento en que fue nombrado Obispo de Charcas en que escribió inmediatamente al Rey representándole la opresión en que viven los indios, los malos ejemplos que se les da y la falta de Ministros eclesiásticos que los instruyan. En sus cartas de fraile y de prelado vibra el mismo acento patético que en las del Obispo Las Casas". En la misma forma, Porras menciona otros hechos que Fray Domingo denuncia en sus cartas y relaciones, y entre éstas una que dirigió a Las Casas, en la que "aboga rotundamente por los indios, sosteniendo la tesis de la despoblación y planteando, también, la pérdida de las buenas costumbres y de la justicia que tenían los Incas malogradas por la libertad y la codicia de los españoles."

Todos los conceptos emitidos por Porras a propósito de la obra de fray Domingo de Santo Tomas prueban de manera clara y contundente el interés de esclarecer la realidad en que vivió el pueblo incaico al momento de irrumpir los españoles, dejando bien establecidos cuales fueron los valores humanos y espirituales de aquellos. En este sentido el pensamiento de Porras estuvo animado siempre por el deseo de encontrar la verdad en base a los documentos e informaciones obtenidos con paciencia y esfuerzo y en el análisis correcto de los mismos, sin pizca de prejuicio alguno, como suele ocurrir con algunos autores. Por estas razones cada afirmación suya cuenta con el invalorable respaldo documental y la crítica seria e imparcial, factores que la hacen valedera para todo momento y resistente a la estimativa posterior.

Después de la muerte del doctor Porras se han ahondado los estudios sobre el quechua y sobre los primeros quechuistas y en esta tarea se ha confirmado el valor histórico- documental, "único en su especie", de la obra de fray Domingo de Santo Tomás. Rodolfo Cerrón Palomino, profesor y quechuista sanmarquino, en su importante estudio introductorio a la reedición de la Grammatica, efectuada en 1995, bajo los auspicios del Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de las Casas, así lo ha declarado. Aún más, considera que la lingüística histórica quechua encuentra en la obra del dominico "lo que podríamos denominar el ´eslabón´ que permite postular, en parte al menos, un esquema de interpretación mucho más coherente de la evolución de algunos dialectos modernos, entre ellos el norteño". Y añade que "fuera de la información lingüística en la obra del dominico está igualmente consignado el primer texto escrito en quechua, cuya importancia documental y filológica no tiene parangón en la historia de la lengua, como lo observara Porras Barrenechea." De modo, pues, que la reedición de las obras de fray Domingo de Santo Tomás, como la del Vocabulario de Diego González Holguín, además de haber constituido un justo homenaje a sus autores, han venido prestando un servicio fundamental a las nuevas generaciones, como lo había previsto el ilustre historiador. A partir de los años cincuenta los lingüistas, etno-historiadores, antropólogos y ciéntíficos-sociales han manifestado particular interés en ahondar sus estudios teniendo presente las obras arriba mencionadas, que aportan información de primerísima clase para interpretar la historia peruana en sus más variados aspectos, particularmente en lo que refiere a la lingüística andina.

Para concluir estas referencias al estudio del doctor Porras sobre fray Domingo de Santo Tomás, debo agregar que en él se encuentra la biografía del ilustre dominico trazada con referencias y noticias actualizadas por el maestro e historiador sanmarquino, en la que se encuentra perfilada en su verdadera dimensión la recia y fecunda personalidad de quien, en concepto de fray Reginaldo de Lizárraga citado por Porras, fue "libérrimo de toda codicia, ambición o avaricia; castísimo, pobrísimo y muy observante de toda su profesión; era de mucha cordura y prudencia y que delante de todos los príncipes del mundo podía parecer y razonar; humilde en gran manera, amigo de pobres, limosnero; su renta nunca llegó a ocho mil pesos de plata, de los cuales, dejando para su casa un gasto muy moderado, lo demás repartía entre los pobres."
El Reportero de la Historia, 9:54 p. m.