Cátedra Raúl Porras Barrenechea

Blog-Homenaje a la memoria de Raúl Porras Barrenechea,
Historiador y Profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

16 junio 2008

La Casa de Colina 398, Miraflores

Por Jaime Cáceres Enriquez

La historia republicana del Perú recuerda ciertas casas que al haber sido morada de ilustres personajes de la historia, la cultura y la política han pasado a la galería evocativa y anecdótica. En este aspecto, y sin hacer una lista exhaustiva, podríamos mencionar en el Centro Histórico de Lima el Balcón de la casa del presidente Justo Figuerola, ubicado en la calle Plateros de San Agustín, que, según don Ricardo Palma, colindaba con la dulcería de los hermanos Broggi y desde donde fue arrojada por Figuerola la banda presidencial a una muchedumbre que le pedía su renuncia. También se recuerda la casa del Mariscal Castilla, ubicada en la calle Divorciadas, escenario de innumerables acontecimientos políticos, y que hoy está cercada en espera de su reconstrucción. Podemos incluir igualmente las que fueron moradas de los héroes nacionales: Miguel Grau, en la calle Lescano, y Francisco Bolognesi en la calle Afligidos; ambas debidamente reconstruidas y abiertas al público en calidad de Casas-Museo. De igual manera se recuerda el lugar donde moraron dos célebres adversarios políticos: Don Augusto B. Leguía en la calle Pando, que fue incendiada a la caída del régimen y que hoy es utilizada como estacionamiento de vehículos; y la de don Nicolás de Piérola en la calle El Milagro, colindante con el convento de San Francisco, que merecería un mejor trato que el que ahora tiene.

Por su parte la ciudad de Miraflores tendría en su haber una relación de casas históricas. Lamentablemente, la más importante ha desaparecido totalmente cediendo paso a una mole de cemento y fierro. Me refiero a la llamada Casa Necochea, donde se celebraron las conversaciones de Miraflores entre los representantes de San Martín y los comisionados del virrey Pezuela en 1820. Miraflores albergó también en el sector del Malecón Balta, bellas casonas de ilustres personajes, que han ido desapareciendo o que están en total abandono, tales como la casa del señor Wertheman y la del célebre Alcalde Henry Revett.

Quedan sin embargo dos mansiones llenas de recuerdos y cuyo mantenimiento prestigia a los miraflorinos. Ahí están en la calle general Suárez la casa donde vivió don Ricardo Palma, hoy convertida en delicada evocación del ilustre tradicionista. Y, a pocos metros de ella, la casa que habitó por muchos años el doctor Raúl Porras Barrenechea, en la calle Colina N° 398. Fue precisamente en esa casa donde el 27 de setiembre de 1960 dejó de existir el maestro Porras.

Con motivo del centenario del nacimiento del doctor Raúl Porras Barrenechea, ocurrido el 23 de marzo de 1897 en la ciudad de Pisco, se ha previsto la publicación de un libro homenaje.

Aceptando la gentil invitación para colaborar con una evocación testimonial del maestro he pensado dedicar mi recuerdo a la casa de Colina 398 donde, en mi condición de Secretario del Canciller Porras, acudí diariamente entre los años 1958 a 1960. La tarea, sin horarios fijos, no conoció ni fines de semana ni la interrupción de vacaciones e inclusive se prolongó aún después de la renuncia a la cartera ministerial, pues tuve el alto honor de acompañar al doctor Porras hasta el mismo día de su fallecimiento.

Por este simple hecho del contacto diario con la casa puedo decir que la sentía, y aún la siento, muy cercana a mí. A esta edad de reflexión puedo entender que un conjunto de elementos confluían en ese estado de ánimo. En primer lugar, el dueño de casa, antes de ser mi jefe como ministro, había sido mi profesor en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos y en la doctoral de Historia. La casa para un joven como yo, que esforzadamente trabajaba en el Ministerio de Relaciones Exteriores, iniciándose de esta manera en la diplomacia y estudiaba en la casona del Parque Universitario, reunía en un solo ambiente ambas actividades, y por añadidura todo ello sucedía en el propio Miraflores que me vio nacer y donde residía.

En efecto, para la actividad diplomática no podía tener mejor guía que a don Raúl y para la consulta de textos universitarios la invalorable doble oportunidad de conversar con el maestro y de hacer uso de su biblioteca.

La casa de Colina 398 tenía fama de constituir un preciado rincón familiar donde reinó el amor maternal y por ello nuestro recuerdo a doña Juana Barrenechea de Porras, fallecida en 1954, a quién el "Mercurio Peruano" en nota necrológica calificaba de: "Ejemplo de nuestras madres limeñas por su sentimiento cristiano, su distinción y noble conducta". Pese a su desaparición, la casa Colina 398, aún en sus momentos más febriles, conservó la presencia de doña Juanita imponiendo respeto a sus habitaciones privadas que nunca fueron cambiadas. La casona era, asimismo, conocida por albergar una valiosa biblioteca especializada fundamentalmente en temas históricos y literarios peruanos, la misma que habíase formado con auténtico sacrificio y esfuerzo personal. A estos dos aspectos claros y definidos, que imponían personalidad a la residencia de los Porras, el ingreso a la política del doctor le añade otra tonalidad. La casa recibe visitas de políticos de las más variadas tendencias y en un histórico momento que en forma apropiada refiere el doctor Luis Alberto Sánchez en una alocución pronunciada en la misma casa, se refiere al acto de juramentación como Ministro de Relaciones Exteriores que para mayor precisión transcribo a continuación:

"Al formarse otro Gabinete, Prado decidió nombrar nuevamente Ministro de Relaciones Exteriores a Raúl, quién no pudo ir a Palacio a jurar, porque había sufrido un nuevo ataque al corazón. Fue obligado por los médicos a quedarse en casa, en esta casa, y así ocurrió algo que no ha ocurrido en toda la historia del Perú: que el Presidente de la República, mandó que se hiciera un altar en esta casa y vino él con su Gabinete y sus edecanes (me parece que el Presidente del Gabinete era Luis Gallo Porras) y Raúl Porras pálido, transido, acezando un poco, dobló la rodilla ante el altar, ante la Biblia y así juró el cargo de Ministro, no en el Palacio de Gobierno sino en este palacio de su bondad y de su cultura, que por eso sólo, merecería ser recordado".

En el homenaje anual que el Concejo Municipal de Miraflores efectúa en memoria del doctor Porras, me fue dable en 1992, en este ambiente miraflorino hacer el recuerdo en los siguientes términos:

"Bueno es que las nuevas generaciones de miraflorinos conozcan que curiosamente y por algunas horas, en 1958, Miraflores fue la sede del gobierno. El Presidente Manuel Prado debía tomar juramento a un nuevo Gabinete ministerial que estaba integrado por el doctor Porras como Canciller de la República. Razones de salud le impedían al doctor Porras concurrir a la ceremonia. En vista de ello el Presidente de la República dispuso todo lo necesario para que se llevase a cabo la juramentación en el domicilio de don Raúl. Desde entonces, ante el avance de su dolencia, que no le permitía desplazarse diariamente a Lima, la casona miraflorina se transforma en el Despacho Ministerial y la Cancillería gira alrededor de la calle Colina donde acuden no solo los funcionarios para consultas, sino los embajadores extranjeros para celebrar audiencia, los visitantes oficiales, sus colegas de Gabinete Ministerial y políticos, todo ello sin obstaculizar la siempre bienvenida presencia de alumnos y discípulos en pos del dato preciso para la consulta de libros y documentos ubicados a lo largo y ancho de la casa con un orden que solo él conocía".

No quiero cerrar este artículo evocativo sin mencionar un imborrable recuerdo personal. El grupo más cercano de colaboradores del Canciller Porras mereció recibir en forma espontánea y generosa un impensado galardón que guardamos con especial cariño. Enrique González Dittoni, Carlos García Bedoya, Juan José Calle, Félix Alvarez Brun y Jaime Cáceres Enriquez fuimos convocados a las once de la noche a la casa del canciller. Debíamos concurrir acompañados por dos seres queridos. El salón principal de la casa fue escenario de una emotiva ceremonia en la que el propio doctor Porras nos impuso la Orden de "El Sol del Perú", en el grado que correspondía a nuestra categoría diplomática. Las palabras del doctor Porras aún resuenan en nuestros corazones y en el ámbito de esta casa. A quien escribe estas líneas tan sólo Tercer Secretario le correspondió el cargo de Caballero y la referencia personal del canciller en este caso giró alrededor del sentido de la palabra caballero. La ceremonia concluyó con la copa de Champagne de rigor para luego pasar al comedor de la casa donde se sirvió en el mejor estilo tradicional limeño, un chocolate caliente.

Que esta sencilla pero sentida evocación sirva para incrementar el permanente reclamo de propios y extraños que desde hace muchos años vienen solicitando, no sólo a las autoridades sino a instituciones privadas, la impostergable tarea de reforzar las estructuras de la casa y de darle un mantenimiento adecuado, honrando de esta manera la memoria de un gran peruanista como lo fue el doctor Raúl Porras.

El Reportero de la Historia, 7:13 a. m.