Cátedra Raúl Porras Barrenechea

"Constante en el estudio, fino en el juicio, terco en la creencia, en la inexpugnable en la polémica, tierno en la amistad, certero y elegante en la expresión, preciso en el dato, contagioso en la lección, poseía Porras un caudal de virtudes que no opacaron sus arrebatos de combatiente, a veces extremoso, pero nunca sañudo ni bajo... Apenas unos días, un bocatán de esos que confunden la discrepancia con la injuria, y el deslinde con el enfangamiento , dijo de este señor de las letras, la historia y la vida, una frase que, por dolorosa, no hay que olvidarla, para que ella sirva de advertencia a los que confunden los valores de manera tan deplorable. Aludiendo a la terca enfermedad que ya agobiaba a Porras, haciéndole un involuntario cliente de la muerte, esto que llama a repugnancia: “Cadaver viviente que se arrastra por las calles”. Porras lo supo, dos días antes de su muerte. Con su ironía y su estoicismo peculiares, comentó: “¿Tengo yo la culpa de estarme muriendo?” Ojalá sirva este episodio a la mezquindad iracunda y obsoleta".