Cátedra Raúl Porras Barrenechea

Blog-Homenaje a la memoria de Raúl Porras Barrenechea,
Historiador y Profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

17 agosto 2007

Antología de Raúl Porras (XXX)

Fray Domingo de Santo Tomás



LA GRAMATICA DE FRAY DOMINGO DE SANTO TOMAS

Fray Domingo de Santo Tomás tuvo en el Perú la vocación y el destino de iniciador. Descubrió y compuso la primera gramática sobre la lengua general de los Incas o Runa Simi que se hablaba a la llegada de los españoles en todo el Tahuantinsuyu, desde Pasto hasta Tucumán y el Maule y tenía por sede imperial el Cuzco. Fue también el autor del primer vocabulario impreso de la lengua incaica, a la que él bautizó con el nombre de quichua que ha subsistido. Fundó los primeros conventos dominicos de la costa del Perú en Chicama y en Chincha, al lado de las dos asombrosas civilizaciones yungas del Chimú y de Nazca, entonces oscurecidas. Fue el primer sacerdote español que predicó a los naturales del Perú, en su lengua, para alejarlos de la idolatría y del pecado, y su voz ahuyentó a los demonios que hablaban, desde las remotas edades de Chavín y de Paracas en las huacas milenarias y en el oráculo de Pachacamac. Al iniciarse la primera casa de estudios generales del continente antártico, en el Convento de Santo Domingo de Lima, fue el primer doctor graduado en la Universidad de San Marcos y el primer Catedrático de Prima de Teología. Y, como si no le bastasen tales títulos señeros, fue, todavía, el maestro y el iniciador en secretos y antiguallas de los indios del excelso cronista Pedro Cieza de León, autor de la Crónica del Perú, quien le cita con respeto, y, para mayor realce espiritual, amigo y corresponsal de Fray Bartolomé de las Casas, a quien envió relaciones originales sobre las costumbres y creencias de los yungas peruanos y secundó apostólicamente, en el sacerdocio y en el episcopado, defendiendo tenazmente a sus ovejas índicas de los zarpazos de los conquistadores. Fraile, maestro, lingüista, predicador iluminado con el don de lenguas del Espíritu Santo, apóstol de los indios, Fray Domingo de Santo Tomás se yergue, en el pórtico de la cultura peruana, como una de esas esculturas de los frontispicios de los templos medioevales, revestido con el amplio y noble talar de la sabiduría.

La primera biografía de Fray Domingo la trazó, con el ingénuo azoramiento de los cronistas conventuales, Fray Juan Meléndez en la leyenda dorada de sus Tesoros Verdaderos de las Indias, impresos en Roma, en 1681. De esta encendida apología, provienen las noticias biográficas que se tienen sobre Fray Domingo y los recuerdos vagos y exentos de cronología, recogidos, con énfasis crédulo de la primera tradición monástica dominica. Los datos de Meléndez han sido repetidos hasta nuestros días, con sus yerros característicos, sin análisis documental, por la mayoría de los biógrafos del insigne dominico. Escasos fueron los aportes del General Mendiburu, quien se ciñó a las noticias trasmitidas por Lizárraga y Meléndez, en su monumental Diccionario Histórico-Biográfico. Tampoco ofrecieron novedad los apuntes biográficos de los implacables eruditos Jiménez de la Espada en sus Cartas de Indias y José Toribio Medina en su Biblioteca Hispano-Americana. Posteriormente han amplificado los datos sobre el cronista dominico: el padre Domingo Angulo en su bibliografía sobre la orden dominica y en sus estudios sobre los concilios limeños; Luis Antonio Eguiguren, historiador peruano de la Universidad, en el macizo documental de su Alma mater y de su Diccionario Histórico-Cronológico de la Universidad de San Marcos y el padre José María Vargas, historiador quiteño y reeditor de la vieja gramática quechua. Importante contribución bibliográfica representan, también, las noticias sobre cartas y relaciones de Fray Domingo, contenidas en los Catálogos de los eclesiásticos peruanos Vargas Ugarte y Lissón. De acuerdo con ellos y algunas nuevas fuentes documentales cabe reconstruir brevemente la trayectoria vital de Fray Domingo de Santo Tomás.

Nació probablemente en Sevilla o en alguno de los villorrios de su ameno alfoz, pero se educó, seguramente, cerca de la Giralda y de la Torre del Oro. Fue "tan fraile", según Meléndez, que se crió, olvidado de su nombre nativo en el Colegio de San Pablo de Sevilla y estudió más tarde en el Colegio de Santo Tomás de la misma ciudad. Fue hijo, según dato revelado por Angulo, de Lucas de Medina, criado y favorito del Reverendísimo Fray Diego Deza, Arzobispo de Sevilla, quien por esto le hizo su paje y familiar y le otorgó una beca en el Colegio de Santo Tomás, que él había fundado. De ahí acaso el nombre que adoptó al profesar en Sevilla, el 8 de diciembre de 1520, de "Fray Domingo de Santo Tomás", que fue anónimo en muchos hermanos suyos, en España y en Indias, y resplandeciente en él. De los documentos de su etapa episcopal se desprende que debió usar en el mundo el apellido Navarrete, acaso el materno, porque se le llama "Fray Domingo de Santo Tomás Navarrete" en los actos del Concilio limeño de 1567 y en otros documentos episcopales expedidos por él en Charcas. De su estada en España sólo se sabe que ganó, a poco de profesar, una colegiatura vacante en Santo Tomás de Sevilla.

Meléndez y sus seguidores, hacen llegar a Fray Domingo al Perú en el primer equipo dominico que vino junto con Pizarro en 1530, dirigido por Fray Reginaldo de Pedraza, el prófugo de las esmeraldas de Coaque y del que formaron parte Fray Alonso Burgalés, Fray Pablo de la Cruz, Fray Juan de Yepes, Fray Vicente de Valverde y Fray Tomás de Toro. De éstos sólo llegó al Perú el fraile Valverde, quien fue el requeridor de Atahualpa y el primer Obispo del Perú. Es una jactancia inútil del cronista dominico, la de querer incorporar a este equipo a Fray Domingo de Santo Tomás, que no estuvieron en la etapa sangrienta de la conquista, sino que llegaron años más tarde. Este dato sigue, sin embargo, repitiéndose en las biografías modernas de Fray Tomás y de Fray Domingo, sin que sean necesarias tales hazañas para relievar su figura de fundadores. Tampoco lo necesita la orden dominica para probar su primacía en la evangelización del Perú que llevaron a cabo frailes de su orden antes que todas las demás.

Fray Domingo llegó, en realidad, al Perú en 1540, como se desprende de sus propias cartas y declaraciones y como lo asienta con acierto el padre José María Vargas en su reciente biografía. En el Prólogo a su Gramática, impresa en Valladolid en 1560, pero terminada en el Perú en 1555, dice el propio Fray Domingo, que estuvo "quince años continuos en los grandes reynos del Perú" en los que pudo aprender la lengua de los naturales y, en su carta a los señores del Consejo de Indias de 1º de julio de 1550, declara que no dirá nada que no haya visto con sus ojos en la tierra "por que ha diez años que estoy en ella". Y, para mayor proligidad, agrega, "oy ha diez años que a que yo entré en ella". Llegó, pues, al Perú diez años después de la fecha dada por Meléndez, el 1º junio de 1540, aún en vida de Pizarro, en el equipo que trajo Fray Francisco Martínez Toscano, o en otro inmediato, pero a tiempo para echar las semillas en el surco recién abierto.

De 1540 a 1545, debió dedicarse a la fundación de conventos y de escuelas, labor interrumpida por los paréntesis sangrientos de la guerra civil. Entregado a la noble función de enseñar y de aprender fundó las primeras escuelas monásticas de que se tiene noticias en la costa del Perú. Las escuelas de primeras letras y de oficios manuales surgen a la vera de los primeros conventos dominicos en Chicama y en Chincha. Desde ellos irradia la acción evangélica de los dominicos en las regiones vecinas y Fray Domingo predica en Chancay y en Aucallama, en la costa, y en el interior, en Huaylas y en Conchucos, donde iría adquiriendo su experiencia lingüística. En estos trabajos apostólicos le sorprende la muerte de Pizarro y la rebelión de Almagro el Mozo. Meléndez refiere que Fray Domingo confesó a los heridos después de la batalla de Chupas, el 16 de setiembre de 1542. Una carta del Gobernador Vaca de Castro, de 24 de noviembre de 1542, alude ya a la fundación de un convento en la provincia de Chincha "donde hay más de seiscientos mochachos aprendiendo la doctrina christiana". En otra carta de los Oficiales Reales, Salcedo, Riquelme e Illán Suárez de Carvajal, de 9 de mayo de 1543, se dice que "fray domingo de la orden de predicadores... truxo mandamiento del Licenciado Vaca para poder hacer monasterio y se le diese recaudo, para lo hacer Se le proveyó de lo necesario y se despidió al clérigo con que se escusa el salario de doscientos pesos". El monasterio fundado por Fray Domingo quedaba, según un documento del siglo XVI, junto a unas sepulturas de indios de donde Hernando Pizarro sacó algunos restos. El mismo documento señala que Fray Domingo tuvo por compañero en la fundación a Fray Cristóbal de Castro, más tarde firmante de una Relación y declaración sobre el modo de gobierno que tenían los comarcanos de Chincha antes y después que oviese ingas (1558).

Las guerras civiles interrumpen la noble labor misionera. Pero los dominicos ejercen un ministerio de apaciguamiento y de cordura. Fray Domingo ha adquirido ya una posición eminente, como predicador y estudioso de la lengua indígena, al lado de Fray Tomás de San Martín, el futuro fundador de la Universidad. Pero, Fray Tomás figura en los consejos políticos y en las juntas de guerra, en tanto que Fray Domingo prefiere las tareas apostólicas y gobierna suavemente a los 24 frailes del Convento del Rosario de Lima, del que es elegido Prior en 1554. Al mismo tiempo que él, es elegido como sub-Prior y colaborador inmediato, Fray Gaspar de Carvajal, el capellán de la expedición de Francisco de Orellana que descubrió la inmensa arteria fluvial del Marañón y fue el primer cronista que describió los secretos geográficos y la etnografía del Dorado amazónico. Mientras Fray Domingo trabaja en averiguar el significado de las voces indígenas, y tras de él los secretos del alma y de la historia incaicas, el turbión de la guerra civil llega hasta las puertas del convento dominico que sirve de asilo alguna vez al Capitán Garcilaso de la Vega, padre del insigne cronista mestizo, y en el que penetra espada en mano en busca de venganza el siniestro Francisco de Carbajal. La crónica recuerda que Fray Domingo cumplió entonces su papel humanitario, obteniendo que el Demonio de los Andes le devolviese a Fray Pedro de Ulloa, a quien tenía en una cisterna y que, en alguna ocasión, el Prior dominico se atrevió a reprender por su soberbia al muy magnífico señor don Gonzalo Pizarro.

La tarea de predicación continúa por esta época con el mismo fervor. La orden dominica, depositando toda su confianza en Fray Domingo, le nombra en 1548, Predicador General del Convento y Lector de Teología. Al mismo tiempo le reeligen Prior por cuatro años. Meléndez refiere que, en 1548, Fray Domingo en compañía de Fray Miguel de Céspedes fue a enseñar y doctrinar a los indios de las cabeceras de Lima, con especialidad a los de las encomiendas de Francisco de Talavera, de Martín Pizarro, de Alonso de Montenegro y de Ruy Barba.

Al triunfar el Pacificador la Gasca, de Gonzalo Pizarro y de sus rebeldes encomenderos, en Xaquixaguana, en abril de 1548, están al lado suyo, como consejeros y antagonistas de los conquistadores, el Obispo Loaysa y los domínicos, secuaces de las Casas. Entre ellos, en primer término, Fray Tomás de San Martín y Fray Domingo de Santo Tomás. La Gasca y los frailes tratan de reducir los beneficios de los encomenderos y los sufrimientos de los indios. La gran panacea de la época de Gasca es la "tasa" de tributo de los indios. La Gasca emprende la tarea, cercado de amenazas y desplantes bélicos de los primeros conquistadores, tratando de sentar las bases de un trato más humano y justiciero para los naturales. Fray Domingo figura en las juntas del Pacificador para tasar a los indios, de la Ciudad de los Reyes, en 1549 y después, con el Oidor Cianca, los de los valles costeños del Norte. Gasca le cita en sus cartas con elogio, y en la de 8 de noviembre de 1549, dice que estuvo ocho días en el Callao, con el Provincial y Fray Domingo, haciendo la tasación de los indios y sufriendo muchas pesadumbres e importunaciones.

Al lado de Gasca, en la hueste de Benalcázar, ha venido, por esta época al Perú, un soldado joven, curioso y anónimo, que en las noches de la guerra civil, mientras los otros descansaban, cansaba él escribiendo. Era Pedro Cieza de León, el futuro autor de la Crónica del Perú. Desde que llegó a Cartagena de Indias y acompañó a Vadillo y a Robledo en sus expediciones por el río Magdalena, el bisoño soldado se había habituado a tomar notas sobre las costumbres de los pueblos indígenas, sus tradiciones, ritos y creencias, así como sobre las características de la tierra, los frutos, la fauna y los monumentos antiguos. La cosecha, escasa en la región norteña, de pueblos semi-salvajes y caníbales, se vuelve óptima y fructífera al ingresar, el cronista-soldado, al territorio dominado y civilizado por los Incas. De este asombro nacieron la Crónica del Perú o descripción física y etnográfica de nuestro territorio y el Señorío de los Incas de Cieza, que es la más auténtica revelación del Incario. El informante y el maestro de Cieza en las "antiguallas" indias del Perú, fue Fray Domingo de Santo Tomás. Sin el dominico y sin su dominio de la lengua, nada hubiera podido averiguar el cronista improvisado. Cuando Cieza llegó, ya Fray Domingo había descubierto la entraña de la lengua india, llave de su historia. Cieza declara, en 1550, al escribir su Crónica del Perú, que Fray Domingo había compuesto ya su Arte o Gramática de la Lengua India o un esbozo de ésta. "Se ha hecho - dice - arte para hablar su lengua, con gran industria, para que se entiendan los unos y los otros, en lo cual no ha trabajado poco el reverendo padre Fray Domingo de Santo Tomás de la orden del Señor Santo Domingo". En su capítulo sobre la religión, gobierno y costumbres de los yungas, declara Cieza que debe sus noticias a Fray Domingo "el cual es uno de los que bien saben la lengua y que ha estado mucho tiempo entre estos indios doctrinándolos". Y agrega que, "por la relación que tengo de Fray Domingo, haré la destos llanos". En otra parte de su crónica, al hablar de los bailes y "areitos" de los yungas y del pecado nefando, declara Cieza: "Esto me dio, de su misma letra Fray Domingo, que por todos es conocido y saben cuan amigo es de verdad". Y en otra parte le llama "gran investigador de estos secretos". Todo esto revela el papel fundamental que correspondió a Fray Domingo en la forjación de la obra de Cieza. El es el iniciador y el precursor del gran cronista y, con toda seguridad, el primer historiador de los yungas del Perú. Acaso si las originales y solventes noticias que el fraile Las Casas consigna en su Apologética Historia Sumaria sobre los yungas, provengan del insigne lingüista dominico. Por aquella época debió escribir Fray Domingo otras relaciones perdidas y cartas, algunas de las cuales se conservan ilegibles en el Archivo de Indias.

Es posible que sea también de Fray Domingo de Santo Tomás una Relación que anota Mendiburu en el Catálogo que precede a su Diccionario Histórico-Biográfico, titulada "Sacrificios que los indios del Perú ofrecían a sus dioses, sus ritos en los entierros y otras noticias", que dicho autor atribuye a Fray Tomás de San Martín. Es frecuente la confusión, por la similitud de los nombres, entre los hechos y obras de ambos frailes. Así Medina presenta como de Fray Domingo de Santo Tomás una carta de Fray Tomás de San Martín dirigida al Rey desde Sevilla a 30 de noviembre de 1553, carta que no pudo ser escrita por Fray Domingo que se hallaba entonces en el Perú. La índole de esa Relación, semejante, por el asunto a las informaciones que Fray Domingo prestó a Cieza, y a las que le atribuyen en su bibliografía el Jesuita Anónimo, hace pensar que fuera el célebre lingüista el autor de esa Relación perdida, cuya huella parece sobrevivir en las obras de Cieza, de las Casas, de Fray Cristóbal de Castro y del Jesuita Anónimo.

La tercera etapa de la fecunda vida del fraile lingüista está unida al esplendor cultural de España y de la orden dominica en el Perú. En el Capítulo Provincial celebrado en el Cuzco el 6 de mayo de 1548, los dominicos deciden establecer en Lima un estudio general para la enseñanza de Teología, Escritura y Lengua General y según las actas halladas por Eguiguren se confía la misión de establecer los estudios a Fray Domingo de Santo Tomás, que "se había hecho eminente en la lengua de la tierra" y tenía además otras prendas naturales y adquiridas. La actividad religiosa de la orden es incesante: los dominicos recorren las provincias intermedias entre Cuzco y Lima, sembrando los pueblos de Jauja, Tarma, Huarochirí, Canta, Chancay, Palpa y Limatambo de doctrinas y escuelas. En 1551 Fray Domingo es nombrado Visitador, en 1553 Provincial y en 1554 Vicario General del Perú. Por esta época acompañó al ejército real contra el rebelde Girón. Pero, su tarea fundamental es la de la enseñanza y la de la trasmisión al Perú de la cultura occidental. En 1550, mientras Fray Tomás de San Martín viaja a España a pedir la fundación de una Universidad y estudio general, Fray Domingo trabaja incesantemente en la enseñanza en el convento dominico y por una cédula real de 10 de mayo de 1551 se descubre que su obra más empeñosa es la de traducir la doctrina cristiana en lenguaje de los indios y en crear sesenta escuelas para su enseñanza. El Rey le ordena pagar tres mil pesos de oro como ayuda por esta tarea.

Cuando Fray Tomás de San Martín regresa, después de haber obtenido la cédula de fundación de la Universidad de Lima, el 12 de mayo de 1551, tiene a su lado como principal colaborador a Fray Domingo de Santo Tomás. El fundador de la Universidad, Fray Tomás, es un espíritu andariego con algo de caballero andante. En la guerra civil es áulico en el palacio y estratega en el campamento. Se le adivina que está hecho más para montar a caballo que para estar en la celda. Fray Domingo, en cambio, vive obsesionado con la predicación y el desciframiento pausado del alma indígena. En el Capítulo Provincial de 1551 dicta normas para los doctrineros, exigiéndoles ser aprobados en la lengua para confesar o predicar a indios. En el mismo Capítulo se organiza la enseñanza de la Universidad y las Cátedras de Gramática, Retórica, Artes y Teología. El mismo es designado Lector de la Cátedra de la Sagrada Escritura y es el primer doctor que se gradúa en San Marcos. "Toda la Universidad pendía de su enseñanza", dice Meléndez. El es, en realidad, por su devoción al saber y por su formidable obra de investigación, el más auténtico fundador del estudio sanmarquino.

Por entonces comienza también su afanosa campaña en favor de los indios. El General de la Orden le nombra el 30 de junio de 1551 para que haga la visita de los conventos dominicos en el Perú, en lo cual fue el primero. En 1552 los frailes piden al General de la Orden que le nombre Vicario General y en 1553 le eligen Provincial. Su actividad polémica a favor de los indios se demuestra por algunos documentos subsistentes, como su carta a los señores del Consejo de Indias, firmada el 1º de julio de 1550 en que censura animosamente los métodos usados en contra de los indios por funcionarios y encomenderos. En esta campaña trabajan conjuntamente un grupo de españoles ilustrados y humanitarios entre los que figuran el Arzobispo Loayza, el Oidor don Melchor Bravo de Saravia, y los caballeros Lorenzo Estopiñán de Figueroa, vecino de Huánuco y amigo íntimo de Fray Domingo, Gil Ramírez Dávalos y otros. El inspirador, corresponsal y caudillo lejano de todos ellos, es las Casas.

A fines de noviembre de 1555, Fray Domingo emprende viaje a España. Se proponía obtener el envío de mayor número de religiosos, informar sobre la situación de los indios del Perú e imprimir la primera Gramática y Vocabulario quechuas. Debía también asistir al Capítulo General de su orden en Roma. La Audiencia de los Reyes le recomendó al Rey en carta de 24 de noviembre de 1555, diciendo que iba a "buscar religiosos para la doctrina y conversión de los naturales" y que "es persona de buena doctrina y exemplo". El Virrey Marqués de Cañete, que venía al Perú, le encomendó en Panamá en marzo de 1556 y pidió al Rey que accediese a los pedidos de Fray Domingo de llevar religiosos al Perú y agregó "a la relación que de él tengo es muy importante persona y de gran religión y exemplo". Fray Domingo llevó, también, un memorial del Arzobispo de los Reyes y dos memoriales en favor de los hijos de Atahualpa, Domingo y Francisco. Le acompañaba, acaso como consultor de lengua indígena, un indio que se llamaba don Pedro Topa Yupanqui.

El viaje de Fray Domingo duró seis años. Llegó a España a mediados de 1556 y estuvo de regreso al Perú en los primeros días de Marzo de 1562. Su labor fue incesante. El 21 de agosto de 1557 obtuvo una orden para enviar veinte religiosos al Perú y el 4 de agosto de 1560 un nuevo lote de cincuentiséis religiosos. Por otra real cédula, de 18 de noviembre de 1556, se le concedió limosna para su convento. Después de embarcar a veinte frailes que iban al Perú, en Sanlúcar, se dirigió a Flandes, donde habló con Felipe II en Bruselas y luego marchó por Alemania a Roma, donde asistió al Capítulo de su orden y obtuvo del Papa, Paulo IV, un jubileo perpetuo para la iglesia del hospital de Santa Ana de Lima.

De 1559 a 1560 debió dedicarse íntegramente a la impresión de los libros sobre la lengua indígena que había compuesto en el Perú. En este año se publica, en Valladolid, por el impresor Francisco Fernández de Córdova, la Grammática o Arte de la lengua general de los Indios de los Reynos del Perú. Nuevamente compuesta por el maestro fray Domingo de S. Thomás de la orden de S. Domingo, morador en los dichos Reynos. El mismo impresor da a la estampa, en el propio año de 1560, el Lexicón o Vocabulario de la Lengua general del Perú llamada quichua, del mismo fraile. Con estos dos pequeños libros in 8º, de mínimo formato, se inicia la lingüística peruana. El título de la Gramática que dice "nuevamente compuesta", deja entrever que Fray Domingo aprovechó algunos trabajos rudimentarios anteriores, como ocurre siempre en toda tarea humana. Pero esto no resta importancia a su obra de iniciador. La hazaña de Fray Domingo, en el orden cultural, equivale a la de Núñez de Balboa, en el orden geográfico. La suya es la primera nave que penetra en el ignoto océano de la lengua indígena del Perú. Fray Domingo es, para la cultura occidental, el descubridor de la lengua quechua, hasta entonces únicamente conservada por la tradición.

La presencia de Fray Domingo de Santo Tomás en España debió servir, también, para mejorar la situación legal de los indios del Perú. En la península se afianzó su amistad con Fray Bartolomé de las Casas, como consta de una carta de Fray Domingo de Carvajal, de 16 de julio de 1560, en que dice al Apóstol de las Indias "mucho holgara saber del p. Fray Domingo de Santo Tomás, que es su pensamiento". Se había suscitado, por ese tiempo, en el Perú, la cuestión de la perpetuidad de las encomiendas y los indios y caciques principales enviaron poder a Fray Domingo y "al señor Obispo de Chiapa" para que suplicasen al Rey sobre los daños e inconveniencias de la perpetuidad y propiciasen la incorporación de los indios a la corona. Los indios peruanos ofrecían al Rey mayor cantidad que los encomenderos para que no se decretase la perpetuidad. Fray Domingo, en unión de las Casas, presenta al Rey un memorial demostrando los inconvenientes de la perpetuidad y pidiendo medidas favorables para los indios. Felipe II recibió al ilustre dominico indiano, en Majarambroz, en 1561, y le ordenó "que escribiese la verdad de las cosas", como lo recuerda el propio fraile en su carta de 12 de marzo de 1562. El Rey, por cédula de 7 de febrero de 1561, ordenó al Virrey, Conde de Nieva, que diese garantías a los caciques para que se reuniesen y debatiesen el problema de la perpetuidad. También dictó una cédula, el 6 de abril de 1560, otorgando quinientos ducados para compra de libros para los monasterios del Perú.

Fray Domingo vuelve al Perú en 1562 trayendo en su compañía, entre religiosos y gente de servicio, más de sesenta personas. Estuvo en Tierra Firme más de dos meses. De regreso, emprende, ardientemente, su campaña indianista. El Virrey Nieva le comisiona para reunir a los curacas e indios del sur del Perú, entre Lima y La Plata, y obtener su opinión sobre la perpetuidad de las encomiendas. Fray Domingo va en compañía del insigne cronista y jurista, el Licenciado Polo de Ondegardo. Sus cartas de esta época trascienden su agitación y su celo. El licenciado Polo trata de convencer a los indios para que éstos acepten la perpetuidad, pero el lingüista recoge la respuesta de los naturales en su propia lengua y éstos le dicen manan canchu, que quiere decir no, de ninguna manera. Fray Domingo reúne a los indios en Huamanga, en Andahuaylas, en Pampamarca, en Vilcas, en el Cuzco y en Charcas. El resultado de la encuesta es que los indios prefieren ser incorporados a la corona real. Fray Domingo regresa en setiembre de 1562 a Lima.

El 24 de diciembre de 1561 Felipe II había nombrado Obispo de Charcas a Fray Domingo de Santo Tomás, por muerte de su predecesor dominico Fray Tomás de San Martín. Fray Domingo quiere excusarse con su humildad. Se refugia en el convento de Limatambo, donde recibe la carta de un viejo compañero de evangelización de Chincha, quien le insta para no aceptar. Pero el Virrey y el Arzobispo Loaysa le exponen los daños que sufriría la iglesia vacante si él se negase y el Rey apela a su conciencia de buen vasallo. Fray Domingo se rinde ante los altos mandatos y acepta el Obispado de La Plata que le discernía la bula de Pío V, de 6 de julio de 1562. Se consagró en la iglesia de Santo Domingo de Lima, el 26 de diciembre de 1563, dándole la investidura el Arzobispo, Fray Jerónimo de Loaysa y asistiendo el Virrey, Conde de Nieva. Fue Obispo, con la misma humildad, abnegación y espíritu de servicio con que había sido fraile. En el primer pueblo de indios al que llegó, que fue el de Paucarcolla, mandó hacer una iglesia a su costa. En Chuquiabo mandó aplicar parte de su renta para acabar la iglesia. Asentó su casa, dice Meléndez, con dos pajes y un capellán, sin colgaduras, "todo era pobre, las salas desnudas, las sillas de cuero, la mesa sin fausto, no tuvo carroza, sólo tenía una mula en que andaba cuando iba a la visita de su obispado". Siguió defendiendo a los indios, estableció un seminario y dio impulso a la cátedra de la lengua del Inca.

En 1567 asistió, en Lima, al segundo Concilio Provincial convocado por Fray Jerónimo de Loaysa, al cual concurrieron tres insignes obispos dominicos, que habían sido colegiales de Valladolid y de Sevilla, y que dieron, según el padre José María Vargas, un alto valor teológico y canónico a las disposiciones de este Concilio, de más alto valor que el de 1583.

De vuelta a Charcas, se agravaron los males de Fray Domingo, aumentados por los sinsabores de la lucha con los encomenderos y murió, en La Plata, el 28 de febrero de 1570. Los curacas y los indios le acompañaron en su muerte y detenían el féretro llorando a gritos y diciendo: "Dexadnos ver a nuestro padre pues ya no le veremos más y no queda quien mire por nosotros". El Virrey Toledo comunicó al Rey la muerte de Fray Domingo, por carta de 10 de junio de 1570, en que dijo, simplemente: "El Obispo de los Charcas también murió como Vuestra Majestad verá por las cartas del cabildo, de aquella Iglesia".

El retrato de Fray Domingo de Santo Tomás que, según Meléndez, fue "pequeño de cuerpo, un poco moreno de rostro, la nariz aguileña", se halla pintado al óleo, en un cuadro que se conserva en el salón de actos de la Facultad de Letras, antigua capilla del Colegio de San Carlos. El cronista Fray Reginaldo de Lizárraga le pinta moralmente así: "Libérrimo de toda codicia, ambición y avaricia, castísimo, pobrísimo y muy observante de toda su profesión, era de mucha cordura y prudencia y que delante de todos los príncipes del mundo podía parecer y razonar, humilde en gran manera, amigo de pobres, limosnero, su renta nunca llegó a ocho mil pesos de plata, de los cuales, dejando para su casa un gasto muy moderado, lo demás repartía entre los pobres".

Entre las notas del carácter de Fray Domingo de Santo Tomás sobresalieron principalmente su perseverancia, su espíritu de trabajo, su piedad incansable para los indios, su celo apostólico y su santa humildad. Para él, el trabajo era una consigna de Dios, quien quería que ningún hombre estuviese ocioso, ni ocupado únicamente en su utilidad privada. Esta convicción normativa de su vida se refleja en la dedicatoria de su Gramática a Felipe II, en la que dice que, para los filósofos antiguos, lo mismo quería decir hombre ocioso que mal ciudadano. "Y todos los philosophos uniformes concordaron en que el hombre ocioso no vivía porque decían que la ociosidad no es otra cosa sino una sombra y figura de la muerte". Fray Domingo no cesa, en realidad, de trabajar un solo día, en los treinta años que residió en las Indias. Aparte de su labor fundamental, que fue inmensa, de los libros que escribió sobre la lengua índica, están sus innumerables cartas y memoriales en defensa de los indios. No cesó de abogar por ellos en toda su vida, desde que llegó en 1540, hasta el momento en que fue nombrado Obispo de Charcas, en que escribió inmediatamente al Rey representándole la opresión en que viven los indios, los malos ejemplos que se les dan y la falta de ministros eclesiásticos que los instruyan. En sus cartas de fraile y de prelado vibra el mismo acento patético que en las del Obispo Las Casas. En la de 1º de julio de 1550, dice que los conquistadores no hacen sino robar y matar a los indios y tratarles "como animales baldíos". La condición del indio - dice - "es aún peor que la del asno en Castilla". Al hablar de las minas de Potosí, en cuyo trabajo se oprimía a la raza indígena, escribe: "para acabarse de perder esta tierra se descubrió una boca de infierno para tragar ánimas". En su Relación dirigida a Fray Bartolomé de las Casas y publicada en el tomo VII de la Colección de Torres de Mendoza, aboga rotundamente por los indios, sosteniendo la tesis de la despoblación y planteando, también, la pérdida de las buenas costumbres y de la justicia que tenían los Incas, malogradas por la libertad y codicia de los españoles. En el Prólogo de su Gramática sostiene también que los indios del Perú no son bárbaros ni indignos de libertad y que su lengua, "ordenada y pulida", revela la altura de su entendimiento, pues "no hay cosa en que más se conozca el ingenio del hombre que en la palabra y lenguaje que usan, que es el parto de los conceptos y del entendimiento". Y su humildad irrenunciable está pintada en su vida episcopal, descrita por Meléndez y en la declaración que hizo, en una carta a doña Casilda Hurtado de Mendoza, al ser elegido Obispo de Charcas, expresándole su temor de no reunir bastante perfección para desempeñar tan alta jerarquía: "Plega a nuestro señor haga mejor obispo, que he hecho fraile". Y al presentar al Rey el formidable esfuerzo de su Gramática quechua, uno de los mayores botines culturales que España recogió de Indias, le decía que le ofrecía "este Artezillo" para que el Rey viese: "cuan falso es lo que muchos os han querido persuadir ser los naturales de los Reynos del Perú bárbaros e indignos de ser tractados con la suavidad y libertad que los demás vasallos vuestros lo son".

De la copiosa obra lingüística, histórica y evangélica de que fue autor Fray Domingo de Santo Tomás, se ha perdido, acaso, la mayor parte. No conocemos sino por las referencias de Cieza los apuntes históricos y etnográficos de Fray Domingo de Santo Tomás sobre los yungas del Perú, sus ritos y creencias; bailes, sacrificios y otras costumbres. Huellas de ellos quedan, como se ha dicho, en los escritos de las Casas, en la Relación de Fray Cristóbal de Castro sobre los indios de Chincha y en la refutación del Jesuita Anónimo. De su acción evangélica se conservan numerosas cartas que figuran en las colecciones de Torres de Mendoza y de Levillier, en los extractos de Muñoz, en las obras históricas del padre Angulo y de Eguiguren y en los índices y catálogos de monseñor Lissón y del padre Vargas Ugarte. No cabe en este artículo la lista de esas cartas que tengo hecha y se reproducirá en lugar más oportuno. Pero no hay duda de que el número de las cartas conocidas es muy inferior al de las que debió escribir el tesonero apóstol dominico.

Lo que ha sobrevivido de la obra de Fray Domingo es, sobre todo, su tarea lingüística. Su Gramática y Vocabulario, son los primeros pilares del estudio científico del quechua. Pero se descubre, a través de los indecisos datos biográficos, que Fray Domingo llevó a cabo otros trabajos que pudieran esclarecerse más tarde. Fue, posiblemente, en 1550, el primer traductor de la doctrina cristiana al quechua, como consta de la cédula real arriba citada y que ampliada y corregida debió servir de base a la famosa Doctrina bilingüe, impresa por Antonio Ricardo en 1584, que fue el primer libro limeño y sudamericano. Demuéstrase también que el fraile sevillano fue el primer maestro de quechua en la Universidad, que inspiró las decisiones sobre la enseñanza de la lengua india, dictadas por el Capítulo Provincial dominico de Lima de 1552, y que sus observaciones sobre el alfabeto y las formas gramaticales del quechua fueron recogidas por el Inca Garcilaso en sus Comentarios Reales.

La Gramática y el Lexicón, publicados en Valladolid en 1560, se difundieron seguramente en el Perú en el siglo XVI y fueron luego reproducidos y ampliados en otros artes y vocabularios, hasta perderse la memoria y escatimarse el valor del iniciador de tales estudios. Desde 1560 hasta el presente, sólo se hicieron dos reediciones de la primera Gramática, la facsimilar de Julio Platzmann, impresa en Leipzig en 1891 y la de Fray José María Vargas O.P., publicada en Quito en 1947. Entretanto, no existía en las bibliotecas de Lima ningún ejemplar de la primera Gramática quechua ni del primer Vocabulario, indispensables para el estudio de la civilización incaica y para el rastreo del alma indígena. Se sabía de la existencia de ejemplares primicios, remotos y envidiables, en la Biblioteca de Madrid y en la Biblioteca del Congreso de Washington. Medina, en su Biblioteca Hispano-Americana, anotaba la existencia de ejemplares de la Gramática y el Lexicón en la Biblioteca del General Mitre. Fundándose en la imperiosa exigencia de nuestra cultura, de poseer estos libros, el Instituto de Historia de la Facultad de Letras de San Marcos aceptó mi iniciativa de publicar, en este año jubilar de la Universidad, en ediciones facsimilares, las dos obras lingüísticas del maestro dominico, las que se hallan listas en estos días y al alcance de todos los estudiosos del pasado incaico.

Es difícil, sin conocer el quechua, pronunciarse sobre el valor de la Gramática y el Léxicon de Fray Domingo de Santo Tomás. Tal análisis corresponde a los lingüistas peruanos y extranjeros. Pero es indudable la importancia que, para la historia cultural peruana, tiene el hallazgo de las leyes de la lengua quechua y de un primer botín lexicológico. La Gramática es uno de los más directos documentos para sorprender la estructura mental del pueblo creador de una lengua y del ejercicio del pensar y el Vocabulario es el mejor inventario de los adelantos y adquisiciones culturales de un grupo humano. La falta de una palabra, dice Ihering, en un Vocabulario, equivale a la falta de la cosa en la historia de un pueblo, como la existencia de la palabra prueba la de la cosa. El valor del inventario se acrece si se tiene en cuenta la proximidad de su publicación a la época en que el idioma estudiado estaba en la plenitud de su desarrollo y de su expansión vital. Fray Domingo recogió sus datos directamente del pueblo indígena, de 1540 a 1550, o sea, apenas ocho o diez años de la caída del imperio incaico.

El dominico es también el descubridor y el primer sistematizador del estudio científico del quechua. Si se leen las crónicas escritas de 1533 a 1550 se verá el escaso número de palabras quechuas incorporado al bagaje de esos primeros relatos. He anotado, en otra parte, que la aprehensión de la lengua indígena por el conquistador fue lenta y difícil y que, en las primeras crónicas, sólo se recogen escasas palabras quechuas, generalmente correspondientes a personajes y lugares groseramente deformadas. Las primeras palabras comunes incorporadas en las crónicas de Sancho y de Estete son las de inga, yunga y mamacona. Los españoles están delante del tambo o de la pucara, contemplan la mascapaicha y el llautu en la frente del Inca, ven pasar a los chasquis y tienen entre sus manos los quipus, pero no aciertan con los nombres de estas cosas y trastruecan arbitrariamente toponimias y nombres propios. Su indolencia lingüística se demuestra al llamar "carneros de la tierra" a las llamas y mezquitas a las huacas o en trasladar palabras antillanas, como las de areitos para las danzas o taquis incaicos y las de chicha o maíz para denominar los alimentos típicos del Incario llamados aca y zara. El propio Cieza, adiestrado por Fray Domingo, ignora todavía algunas palabras características de usos o instituciones incaicas. La obra del lingüista dominico resulta, pues, un salto, creador casi de una nueva especie lingüística, en el aprendizaje de la ciencia quechuista.

He observado ya, del mismo modo, que Fray Domingo es el primero que usa la palabra quichua para designar la lengua incaica. Esta denominación equivale a un acto bautismal. Antes de Fray Domingo se usó la denominación de "lengua general", traducción de runa simi que era el nombre de la lengua imperial. Garcilaso usa en 1613 ese nombre, sin aceptar el de quichua, ya popularizado por Fray Domingo desde 1560. Quichua dijeron todos los lingüistas seguidores de Santo Tomás y entre ellos la Doctrina Cristiana de 1584, González Holguín y Torres Rubio. Al parecer, es Alonso de Huerta, quien introduce la variante de la i por la e, al publicar Arte de la lengua quechua general en 1616. Sancho de Melgar escribía quechua en 1691; los lingüistas peruanos del siglo XIX con Pacheco Zegarra a la cabeza, quechua; Mendiburu, con sentido tradicionalista, quichua, en 1874; Tschudi, en 1884, khetshua, y los modernos quechuistas, keswa.

También puede observarse, con ojos profanos y a base de la información biográfica, que Fray Domingo recogió sus principales informaciones del idioma hablado en la costa por los pueblos yungas o sea de la variante dialectal de la lengua general conocida por el nombre de Chinchaysuyu y no de la lengua quechua hablada en el Cuzco. Acaso de esto provenga el uso de la palabra quichua en vez de quechua y de la i en vez de e, que se acostumbraba en el habla de la costa y en todo el norte hasta Quito.

En cuanto a la Gramática, ésta sigue, en lo preceptivo, el orden y estructura de la gramática nebrijense y ajusta a ésta, a veces impropiamente, el organismo viviente y disímil del quechua. Debería hacerse un análisis de las correspondencias entre la obra de Santo Tomás y la de su maestro latino y español para precisar el alcance de esa imitación. En lo histórico, cabe apuntar que la Gramática contiene, aparte de sus reglas y observaciones formales, algunos apuntes interesantes, sobre todo, en las observaciones últimas sobre los nombres patronímicos, que descubren la organización familiar; sobre los números, los nombres propios y las figuras originales del idioma y, aún, observaciones sobre la historia externa o la etnografía incaicas, que completan y enriquecen las informaciones de los cronistas.

Hurgando en el texto de la Gramática se puede encontrar versiones inéditas sobre la más antigua historia incaica como la contenida en el capítulo décimo octavo, en el que hay una interpretación, no considerada generalmente, de la leyenda de Pacaritampu sobre el origen de los Incas, que no coincide con las de Cieza y Betanzos, ni con las de Garcilaso y Sarmiento y que merece ser tomada en cuenta por la calidad del informante, su autoridad científica y su proximidad en el tiempo al Imperio Incaico, ya que escribió su obra antes de 1550.

Anotaciones sicológicas interesantes son, por ejemplo, las que se refieren a las interjecciones que se expresan generalmente por una sola sílaba, repetida o alargada y principalmente por la mímica o "señales corporales de ojos o dedos u otras partes que no con palabras". Admirará a algunos saber que la expresión "guá", tenida por tan criolla y considerada por Palma como característica del refunfuño de las limeñas, es de pura procedencia quechua. Son de gran importancia, también, para la dilucidación histórica y sociológica, las explicaciones sobre los nombres patronímicos de los linajes y ayllus; sobre los números en que podían contar hasta cien mil; sobre la etiqueta, las formas de saludo y las relaciones familiares; sobre el énfasis y la hipérbole, a que son aficionados los indios y sobre la falta de nombres para las cosas de la religión y las adquisiciones occidentales. De suma importancia es, también, como documento sicológico de la época de la conversión y evangelización, la "Plática para todos los indios", que se consigna al final del libro, en castellano y en quechua, que tiene, además, enorme valor filológico, por ser uno de los textos quechuas más antiguos que se conoce, acompañado de su traducción castellana.

La tarea llevada a cabo en el siglo XVI por Fray Domingo de Santo Tomás, redime a la Universidad colonial y aún a toda la cultura española virreinal, de un cargo simplista e injusto. Se ha dicho que la Universidad colonial vivió distante de la realidad peruana y que no hizo nada por descubrirla ni estudiarla. La labor lingüística iniciada por Fray Domingo de Santo Tomás y continuada durante tres siglos por los quechuistas coloniales de Lima y del Cuzco, en gramáticas y vocabularios insignes, como los de González Holguín y Torres Rubio, sermonarios, autos sacramentales, poesías amatorias y sagradas, fábulas, letrillas, romances y hasta comedias y dramas de aliento indígena y español como el Ollantay, bastan para deshacer esa falacia. La indagación y depuración lingüística llevada a cabo por todos ellos es, por el contrario, una prueba del fecundo trabajo realizado por la institución universitaria para aprehender el alma y la cultura indígenas del Perú.

El representativo de esa hazaña cultural es Fray Domingo de Santo Tomás que sorprendió con su Gramática, en la lengua quechua, "fácil y dulce", "pulida y abundante" y "sujeta a preceptos como la latina", el fondo anímico de la raza incaica. Fray Domingo realizó, para la lengua de los Incas, la tarea inmortal que para la castellana llevó a cabo Antonio de Nebrija. Y como "con la lengua va el imperio" el nombre del fraile dominico - el Nebrija indiano - repercute como el de un héroe civilizador, por todos los ámbitos de los Andes americanos a donde llegó la extraña y dulce fonética del runa simi o lengua del hombre "que hablaban los vasallos del Inca".

EL LEXICON O VOCABULARIO DE SANTO TOMAS

En la biografía de fray Domingo de Santo Tomás que precede a la edición facsimilar de su Gramática, reeditada por el Instituto de Historia, al mismo tiempo que este Vocabulario, en la ocasión centenaria de San Marcos, han quedado definidas la vida y la labor evangélica y cultural del maestro dominico. Llegado en 1540, recogería los trofeos lingüísticos obtenidos por los primeros frailes y conquistadores e iría acrecentando lentamente su botín en sus andanzas evangélicas por el Perú. Aunque estuvo en el Cuzco y en el Collao, sus viajes y fundaciones fueron principalmente por la costa peruana. Fundó los conventos de Chicama y de Chincha, donde residió largamente, y llevó sus visitas misioneras a la región de Conchucos y de Huaylas. Su experiencia lingüística sería, pues, particularmente la del lenguaje del Chinchaysuyu, el que según algunos cronistas y conquistadorres se llamaría el quichua, sería originario de la costa y se habría infiltrado antes de la época incaica a las regiones andinas del sur. El propio Cieza afirma que en "los llanos" había muchos pueblos que nunca pudieron aprender la lengua del Cuzco. Fray Domingo escoge para su Gramática y Vocabulario entre todas las lenguas que eran allegadas la que él cree la más general y extendida por toda la tierra, tanto por los señores y gente principal como por los indios comunes. Se presume que su fuente es el Chinchaysimi. En sus interpretaciones fonéticas de las vocales quechuas, al preferir la E a la I y la O a la U, como en quichua por quechua, quilca por quelca, amaota por amauta, chaco por chacu, chonta por chunta y ayllo por ayllu, se descubre su inclinación por la pronunciación usada en la costa desde Quito hasta Lima. El Inca Garcilaso, que recogerá más tarde muchas de las lecciones y ordenaciones gramaticales de Fray Domingo, se burla acaso de él, donosamente y discretamente, diciendo que conoció en Córdoba un religioso dominico que en el Perú había sido cuatro años catedrático de quechua y que no sabía, sin embargo, distinguir bien las diversas aspiraciones y contracciones vocales de la lengua general del inga como él la llama, repudiando el nombre de quichua.

Fray Domingo de Santo Tomás fue de todas maneras el iniciador de los estudios ahora llamados quechuistas y el que bautizó con el nombre moderno de quechua al runa simi o lengua general del Inca o del Cuzco. Siguiéndole a él dijeron quichua todos los primeros lingüistas incluso González Holguín y Torres Rubio. Alonso de Huerta usó en 1616 la voz quechua que adoptaron más tarde los quechuistas republicanos con Pacheco Zegarra a la cabeza y tiende a transformarse en los filólogos modernos en keswa. En algunos estudios históricos, como en el del General Alejandro J. Barco, se ha apuntado la probabilidad de que el primer vocabulario de la lengua del Inca hubiese sido compuesto por el mercedario fray Martín de Victoria. Esta útil referencia tomada de una crónica conventual y de una cita bibliográfica de Barcia, tiene sin embargo, la vaguedad legendaria de las crónicas conventuales y carece hasta ahora de precisión cronológica. Entre los nombres de los primeros quechuistas y particularmente de los estudiosos de la lengua yunga en sus diversas formas, deben citarse, seguramente, los nombres de los domínicos fray Benito del Jarandilla que sabía la lengua yunga y la de los indios pescadores de Chicama, fray Cristóbal de Castro, fray Melchor de los Reyes y fray Pedro de Aparicio, que compuso un arte de la lengua del Chimú, y del presbítero Roque de Cejuela que fué autor de una catecismo en lengua yunga y castellana del Perú escrito antes de 1596. Lohmann ha revelado que el cura de Jayanca, Alonso Núñez de San Pedro, escribió entre 1585 y 1595 otro catecismo en lengua norteña.

El valor histórico del Lexicón o Vocabulario de Santo Tomás es sustantivo, por haberse recogido en época tan inmediata al imperio Incaico. En él hay todavía muy pocos aportes de origen español u occidental. No ha habido tiempo para el trasplante cualtural sino de muy pocas palabras. Directamente del español acaso sólo aparece la palabra cavalloc camayoc que equivale a caballerizo y cavallop ocsota por herradura y otros derivados de la palabra caballo. En otros vocablos se inicia la transculturación por la adaptación de nombres quechuas a ideas o elementos culturales europeos como al llamar atun alco o perro grande al mastín europeo caymitta o cacypacha a la cuaresma o tiempo de ayuno, quillay al hierro, adoptando una palabra indígena que significa metal, quilca al libro o papel, trasladando el concepto indígena de dibujo o pintura y wiracocha al español o cristiano.

No es posible hacer en este breve pórtico, destinado a presentar únicamente el Vocabulario, la labor de exégesis de los términos y vocablos incaicos que él contiene y que son expresivos del adelanto cultural de aquel pueblo. De paso, únicamente, cabe indicar las anotaciones más saltantes. El Léxico no es todo lo abundante y minucioso, por su carácter práctico encaminado principalmente al uso de los evangelizadores. No está en él todo el riquísimo caudal de la lengua quechua y de sus múltiples matices y significaciones alegóricas que más tarde recogerían González Holguín y sus sucesores. Pero puede contarse con que las palabras mencionadas tienen su significación más antigua y directa y deben ser estimadas como el punto de arranque para cualquiera interpretación filológica.

No obstante su parsimonia en términos que no fueran necesarios para la catequización, se pueden recoger del Léxico nociones sintéticas sobre las principales instituciones políticas y económicas de los Incas y sobre la organización general del Imperio. Si no hubiesen existido crónicas el Vocabulario nos habría informado de la existencia de una rígida organización jerárquica representada por el Inca o Inga, la coya o reina y los infinitos camayos u oficiales imperiales. De las pocas palabras abstractas que trae el Léxico es la palabra chapay, que significa jurisdicción, la palabra collanan, que significa la cosa más principal en cualquier género. El amor al orden y a la autoridad estaría representado en palabras como camachicusca que es "cosa ordenada o mandada" y en appop camachicuna que equivale a "edicto o mandato de gran señor". Destaca el instinto jerárquico innato de los Incas, por las palabras de acatamiento y cortesanía, el sentido del orden y del número manifestado en el gran acopio de vocablos que expresan ideas de cantidad y de ordenamiento. Entre estas últimas aparece el verbo yupani gui que significa "empadronar o contar", -palabra síntesis del espíritu estadístico de los Incas- y otras que revelan su afán de simetría y su rechazo de lo excesivo y de lo desigual. Yallisca significa cosa excedida, y topo es la medida que se debe a cada uno y también significa "dechado o ejemplar". Despréndese también del examen sumario de los vocablos el amor al trabajo del pueblo incaico, representado por los muchos términos significativos de oficios y artes y el desdén de los epítetos que señalan al negligente u holgazán (nacanan o atun songon) y condenan la ociosidad (camaynin). El flojo es llamado campa o quella. El hombre trabajador, el arquetipo incaico es el jornalero o atun runa. Este sería el checca songon, "el hombre verdadero".

Se hallan también en el vocabulario confirmaciones o aclaraciones del sentido que tuvieron inicialmente algunas de las instituciones incaicas más notables, interpretadas diversamente más tarde por los cronistas e historiadores. Así los nombres tan repetidos de amauta, mitimae, llactacamayoc y tucuricoc. Amauta o amaota, como dice Santo Tomás, no parece ser un cargo o función, como estimaron Garcilaso y Calancha, sino más bien un epíteto que significaba "hombre curioso, ingenioso o sabio o astuto". Amaotatin, derivado de éste, significaba astuta o ingeniosamente. González Holguín confirmará esto más tarde interpretando: "sabio, prudente, cuerdo". En 1560 fray Domingo nos instruye que los maestros o profesores eran llamados yachachic. Yachachani gui era enseñar y yachapa o yachac capa, "hombre sabio". Yuyac runa era también sinónimo de "hombre cuerdo y prudente". Santo Tomás escribe mithma por el mitimae de los cronistas y dice que significa "forastero o extranjero que está de asiento". Forastero o extranjero se dice también tiapococ.Pero la palabra que conviene propiamente al desterrado o alejado de su patria o región es el de llacta manta carcusca, que quiere decir "echado de su naturaleza". Carcuynin significa destierro; carcuni gui, "desterrar como quiera" y carcusca, desnaturado de la tierra. Llactacamayoc significa "almotacén o guarda del pueblo". Santo Tomás escribe tocricoc y confirmando el dicho de los cronistas que dijeron "el que todo lo ve", lo traduce por "veedor", y también por "administrador de algún oficio".

Entre los funcionarios incaicos surgen algunos que no han sido mencionados hasta ahora en los estudios sobre instituciones jurídicas de los incas. Así el funcionario llamado taripayac que es censor o juez. El apu suyochac o capitán, el upiachic o ministro de la copa, el llacta chapoc o "abogado del pueblo". Al juzgado se le llama taripac guacin, tarijpayasca a la cosa juzgada, y la injusticia o arbitrariedad, taripayasca. La cárcel, a la que sólo aluden testimonios tardíos de crónicas e informaciones es llamada hochap guacin - aragua o "cárcel para malhechores" y también vimbilla. En la escala de la organización social incaica se descubre algunas capas poco mencionadas como el catu camayoc o mercader, el purun o campesino; el tiapococ extraño o extranjero, y en el último término de la escala social, el esclavo o pinas, institucion de cuya existencia en el incario se había dudado. El vocabulario agrega el checcapicac o cacharisca, hombre horro de esclavo". Se pueden obtener también algunas deducciones sobre la organización social y económica y sobre la cultura y la moral de la vida incaica. La idea de la propiedad parece germinar en la palabra chapac o yayana que es "poseedor o señor de alguna cosa". Contra la idea mancista de un imperio sin pobres ni menesterosos, ni holgazanes, ni ladrones, el vocabulario proporciona claros testimonios. Hay ricos y pobres, hambrientos y dadivosos. Guaccha es pobre varón o mujer; guacchay, es miseria o pobreza. Yarecasca es hambriento; micuimanta guañusca es muerto de hambre y uscani gui, pedir limosna. En cambio appontquini gui es enriquecerse; y randeni gui es comprar o vender y guaccha pacoyac es liberal o franco con los pobres. En el imperio incaico, como en todas las naciones y pueblos del mundo, no pudo dejar de haber diferencias sociales y económicas y clases desvalidas o explotadas. En cuanto a los que violaban la rígida ley del trabajo incaico se ha visto ya que abundan los epítetos que los fustigan. Pero había también, como en todos los pueblos, amigos del bien ajeno. Mancio Serra, o mejor dicho el confesor de Mancio Serra, aseveró en el testamento de aquel que los Incas tenían gobernados de tal manera a su imperio "que en todos ellos no había un solo ladrón, ni hombre vicioso, ni hombre holgazán, ni una mujer adúltera, ni mala, ni se permitía entre ellos gente de mal vivir en lo moral". El vocabulario trae pródigos epítetos para los perezosos y holgazanes, consigna la palabra guachoc que es adúltero, el verbo ossachini gui que es forzar mujer, sincasca que es amancebamiento, pampayruna o mita guarmi que es ramera, suani que es hurtar y suaccapa que es ladrón. Y hay palabras que significan injuriador, maldecidor, chismoso, envidioso, como las hay también sinónimos de caridad, clemencia y misericordia. El vicio o defecto señalado con más insistencia en los vocablos es el la charlatanería, equiparado a la malicia, el engaño y la mentira.

Para la caracterización moral del hombre del incario pueden hallarse también notas que aclaren los apuntes psicológicos de los cronistas. El indio peruano fue alegre en los tiempos de Túpac Inca Yupanqui, como dijo Cieza. pero hay en él un fondo de severidad y de tristeza. Su alegría es el gozo externo del taqui y de la fiesta estrepitosa. Abundan los vocablos relativos a danzas, coros y múltiples palabras para caracterizar la burla, el sarcasmo y la mordacidad. Hay varias palabras que indican la existencia de un tipo social de charlatán o gracioso, de bufón o truhán cortesano, el aya chuco, encargado de hacer desvanecer el hieratismo de la clase superior o la tristeza sumisa del pueblo. Se le llama indistintamente suacapayac o burlador, misqui simiyoc o gracioso, inchucoc, que es lo mismo, camicoc o motejador, acipayac o burlador, misqui simiyoc o gracioso en hablar y simi çapa, baladrón o parlero. Y hay verbos que significan la acción de burlar, de engañar, motejar y holgarse. Y hay hasta uno despectivo cuchuni gui que equivale "a dar higas", a la española. En el otro polo están las palabras que representan la cortesanía indígena: lloncosca que es acicalado, términos que indican reverencia y saludo y los sinónimos de tristeza o llaquin y sus derivados llaquic, triste, llaquicoc, melancólico, ñacaric, afligido, y puticoc, hombre pensativo. Y, en medio de la tendencia elegíaca o satírica, un vocablo con gracia de madrigal, acignani, que es "ojos risueños".

Cunow ha utilizado las numerosas palabras que expresan parentesco en los vocablos indígenas. Ahí aparecen los nombres que indican el parentesco de sangre y de afinidad, las ideas del linaje y de antecesores (ñaupaquen) y hasta la idea de la bastardía yçu o xapsichuric. Alguna idea como la de la dote matrimonial acaso sea transplantada. Pero se desvanece la falacia del cronista que apuntó quer no había palabras para señalar a los lejanos abuelos o a los nietos, con falta de sentido filial o familiar. Auquilla es abuelo o bisabuelo y tari o chopollo, biznieto. Diversas palabras anuncian el culto de los muertos. aya o acoy, es cuerpo muerto. Maytuni gui, amortajar, pintona o maytona, mortaja, maitusca o pintusca, "cosa envuelta o amortajada" o sea momia y por último en la palabra corpachapunic gui, que significa "comer en mortuorio", se halla un pintoresco antecedente del velorio criollo.

No sería acertado ir a buscar conceptos o noticias de prácticas religiosas gentiles en un vocabulario destinado a la catequización. Las palabras como las creencias son eliminadas. Los indios del Perú, dice Garcilaso, fueron poco especulativos y su lenguaje abarca muy pocos términos abstractos. En el vocabulario aparece algo dubitativamente la palabra camaquenc o camayuin o songo, definida por el evangelizador como "anima por la cual vivimos". Podría hallarse atisbos de conceptos generales en ciertas palabras recogidas por el lingüista con la denominación adjetivada de la palabra cosa, como cosa tibia, cosa barata, cosa medida, movible, cosa que vive (caucasca) o cosa perpetua (viñapay) que podrían considerarse en un camino hacia la abstracción como ideas de calor, valor, precio, movimiento, medida, vida o eternidad. De todos modos quedan huellas del sentimiento religioso de los antiguos peruanos y de algunos de sus princiaples ritos y supersticiones. La palabra guaca, centro de gravedad del culto incaico y de la arqueología moderna, es definida como "templo de ydolos", o el mismo "ydolo". La ofrenda ritual es arpasca; el que la ofrece, arpaj; el hechicero es llamado homo u homocuc y el que mata con hechizos yscayo, el gemidor o llorador guacac capa y el adivinador musiac capa. No se consigna la palabra callpa, pero sí callpay que significa fuerzas y callparicuni gui que significa "agorar mirando los limanos o bofes de animales o aves".

Entre los términos que indican el desarrollo de la cultura incaica se ha mencionado ya el de los yachachic o maestros. Al lado de ellos debe colocarse, en primer término, a los quilca camayos, pintores o escritores, los tenedores de los quilca quippos, o contadores, y los quilcacta yachac, "hombres leídos o que leen mucho", o sea la clase más ilustrada del Incario. Llaman la tención en el vocabulario de fray Domingo cuatro categorías de personajes no mencionados en ninguna reconstrucción de la vida cultural incaica: el pacariscap villa que es el "coronista" o historiador, el pacha ponanchap definido como el astrólogo de los movimientos, el simi llactac o sabedor o intérprete de lenguas y el taric o "inventor de alguna cosa".

Otro capítulo importante para reconstruir el estado cultural del pueblo Inca es el relativo a los nombres que significan profesiones, artes y oficios, instrumentos y materias primas. Se mencionan el oro, la plata, el cobre, el estaño, el plomo, el azogue, el hierro (?), la piedra labrada, el ladrillo, la piedra azufre y el barro de ollas o loza, llamado saño o sañu, base de la cerámica. Se menciona entre otros muchos obreros a los plateros, canteros, sastres, bordadores, cardadores, pescadores, etc. Entre los instrumentos figuran la cuchona, hoce o podadera, el tome o cuchillo, el ancla o gumbop charina, el fuelle para soplar o pucana, el fiel de la balanza tinquo quinc, la tacana, o mazo, la villca o bomba y la taclla o yapana, que es el arado indígena. Llaman la atención algunos términos arquitectónicos que contradirían las opiniones existentes sobre la técnica constructiva de los indios. El cimiento del edificio es llamado ticssio, la piedra labrada, checosca; rucani gui es edificar pared de piedra. Se habla de estribos de edificio o sean andamios llamados quem quis y lo que es más notable, de arcos de edificios, choco punga, y de bóvedas (puytoc o machay guasin). También hay naturalmente abundantes alusiones al arte de sembrar y cultivar la tierra, de la cerámica con sus materiales e instrumentos, nombres de las diversas vasijas y ollas, útiles para la arqueología, referencias al arte de la mueblería, mencionándose la cama o puñona y la tyana silla o asiento y muchas otras referentes a utensilios domésticos, particularmente las relativas a la indumentaria, arreos y adornos femeninos y masculinos.

Las ciencias naturales pueden encontrar numerosos datos para el estudio del hombre y de los elementos físicos y naturales del Incario. Los nombres geográficos indican las diversas zonas y productos naturales del Perú, a la vez que las divisiones políticas. Palabras tradicionales incorporadas a la toponimia o al lenguaje peruano son las que indican accidentes geográficos, tales como marca región o pueblo, llacta lugar, purum despoblado, rumi çapa pedregal, guaylla herbazal, pucyo, manatial, cochappata, costa de la mar, y çacha çcacha, floresta. Entre los productos de la tierra se mencionan la papa o acsso, la çcara o maíz, el algodón o uthto llamado también ruco, el uchu o pimiento de las indias, la chonta o palma, el çapallo o calabaza, el cachon o pepino y entre otros el cachap vique, que por su definición de "goma o sudor de árbol", parece ser el caucho. Completan el cuadro de la historia natural los nombres de los animales característicos del Perú, entre los que puede mencionarse el perro, la serpiente, la zorra (añas), el gato, la mona, la lechuza, la llama, el gallo o guallpa (?), el jabali, el oso, el ratón, la araña, la paloma, la gaviota y el avestruz, y toda la fauna menor de insectos que terminan en el piojo o ussa y el gorgojo y la polilla, llamados totta. También la anatomía humana encuentra sus vocablos descriptivos en el vocabulario y muchos de ellos expresivos de una complaciente burla de los defectos físicos, como en amllo, falto de dientes, chuccha çapa, melenudo, aclloy, tartamudo, ana olla çapa, pecoso, virpa çapa bezudo de grandes labios o vicso chaqui el de los pies torpes.

Por último, acaso entre los vocablos más abundantes de este léxico, están los que se refieren a la guerra y a los usos bélicos de los Incas. Los nombres relativos a armas, a formas de pelear, consignas de guerra, formas del triunfo e indumentaria militar, ocupan quizás un mayor espacio que los relativos a la tareas de paz. Auca cona es gente de guerra y aucani gui, batallar o pelear. Las armas son lanzas (chuqui), ballesta (guachi), picta o arco, chambi o porra, tocssina o tacaicona o puñal y vino o "espada de palma que tenían los indios". Para pelear daban voces o alaridos que atronaban el aire, como relataron los cronistas-soldados, y el que daba las voces se llamaba capari y caparisca la voz de guerra. auca conap caparisca es el "alarido de los que pelean". Se usaban celadas de guerras o espías llamados chapacona. El alarde anterior a la batalla se decía suyunacuni gui. La bandera o estandarte era ponancha, pullcana la adarga y siri casca el campamento. Los vencidos eran perseguidos y, en contradicción con la versión apacible de Garcilaso, hay epítetos que indican que se asolaba y destruía a los vencidos y a sus poblaciones. Collochini gui o purunyachini gui significa "asolar lo poblado" o "destrozar la gente de guerra". Los triunfadores eran premiados con una insignia de vencimiento que se llamaba yacachuqui.

No es posible analizar ni tengo especialidad para ello, las formas características de la ortografía o de la fonética quechuas. La anotación más saltante es la ya hecha sobre que en la dudosa pronunciación de la e y de la o, fray Domingo se inclina a apuntar i y u. También trascribe generalmente la c por g como en inca que resulta inga, en anca o aguila que resulta anga, y sonco, corazón, que traduce por songo o songon. Fray Domingo anota también un defecto de pronunciación: el seseo, que algunos creían exclusivamente hispánico y fue también indígena y se perpetúa particularmente en el castellano de la costa. Llama a este vicio cazquiramani gui que es "cecear en en el hablar" y al que lo posee cazquiccapa o "ceceoso". La índole onomatopéyica del quechua, tan perceptible en vocabularios posteriores como el de González Holguín, aparece apenas representada en el vocabulario de 1560 por la voz acchicuynin que significa estornudo.

El Vocabulario de fray Domingo de Santo Tomás sirvió de aprendizaje no sólo para evangelizar a los indios, sino también para captar su historia y la esencia de sus instituciones. En él aprendió Cieza, según su propia confesión, las noticias que le sirvieron para escribir el Señorío de los Incas. En él se fundaron acrecentándolo y continuando su tarea creadora los subsiguientes vocabularios de Torres Rubio, Martínez Ormaechea, Gonzáles Holguín y sus modernos continuadores. Por obra suya y de sus continuadores se incorporaron al castellano del Perú y posteriormente al de América y España algunos de los nombres que son trofeos culturales del pueblo incaico, como papa, quinua, charqui, chirimoyo, zapallo, yuyo, coca, llama, alpaca, vicuña, puma, guanaco, pampa, puna, cancha, carpa, chácara, tambo, quena, yaraví, inca. Y hasta el regocijado y popular vocablo de yapa que fray Domingo de Santo Tomás traduce como "añadidura" y que tiene tan hondo arraigo en el ánimo criollo. Del Vocabulario de fray Domingo de Santo Tomás arranca el proceso creador de una cultura mestiza y la inserción del pueblo quechua en lo universal.


* Texto compulsado sobre la base de las siguientes trabajos: “Fray Domingo de Santo Tomás, fundador de la Universidad y descubridor del quechua” (diario El Comercio, 12 de mayo de 1951); “Prólogo” a la Gramática o arte de la lengua General de los indios de los reynos del Perú, por el maestro fray ..... Lima, Ediciones del Instituto de Historia (Facultad de Letras, IV Centenario de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, I), 1951; “Prólogo” al Lexicón o vocabulario de la lengua general del Perú, por el maestro fray ..... Lima, Ediciones del Instituto de Historia (Facultad de Letras, IV Centenario de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, II), 1951 [Nota de los editores].

El Reportero de la Historia, 12:55 p. m.