Cátedra Raúl Porras Barrenechea

Blog-Homenaje a la memoria de Raúl Porras Barrenechea,
Historiador y Profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

05 agosto 2007

Porras Barrenechea, el Inca Garcilaso y su vida en Montilla (*)

Por Teodoro Hampe Martínez

El establecimiento de la Asociación Peruana "Amigos de Montilla", realizado en el CCCCLVII aniversario del nacimiento del Inca Garcilaso de la Vega (12 de abril de 1996), ha sido una simbólica y justa manifestación de reciprocidad hacia la intensa dedicación peruanista del pueblo de Montilla (1).

Gracias al señuelo de las investigaciones documentales de Raúl Porras Barrenechea, hace más de cuatro décadas, esta localidad andaluza ha quedado vinculada con afecto al recuerdo y al destino del Perú. Se ha formado en Montilla una dinámica Asociación de Amigos del Perú, que contribuye regularmente con fondos para obras de bien social en diversos lugares de nuestro país, y cada año se desarrollan en la Casa del Inca -acondicionada como centro de animación cultural- una serie de conferencias, jornadas y exposiciones de temas peruanistas. Esperamos que los lazos de amistad y el trabajo conjunto se refuercen todavía más en el tiempo por venir.

El Inca Garcilaso de la Vega, genio y figura por excelencia del mestizaje peruano, residió durante treinta fructíferos años (de 1561 a 1591) en la villa de Montilla, distante ocho leguas de Córdoba. Llegó a esta población, enclavada en una zona productora de vino y olivas, cuando era un mozalbete de 22 años y buscaba la protección de su tío don Alonso de Vargas, hermano de su padre, quien virtualmente lo adoptó como un hijo. Al respecto, Porras Barrenechea ha definido magistralmente las complejidades que surcaban el ánimo de nuestro personaje al hacer su entrada en el ambiente social de Montilla:

"Garcilaso ingresa en este mundo de licenciados y de clérigos, de dueñas y doncellas, bachilleres y uno que otro alférez de arcabuceros, en una situación dudosa e indefinida por su nacimiento y por su casta. No es un hidalgo como su tío don Alonso de Vargas, inscrito en los padrones de la villa [...], porque es criollo nacido en Indias e hijo de una india. No es tampoco un caballero contioso, porque carece de caudal propio y porque tiene títulos clarísimos de nobleza. No podría ser vecino y pechero llevando en las venas la sangre de los marqueses de Priego y de los incas del Perú. No es, pues, un hidalgo completo, ni español ni indio, ni vecino ni forastero. Es simplemente el sobrino de don Alonso de Vargas: situación desventajosa, pero no del todo incómoda, porque el tío le ampara con sus privilegios, le protege, le nombra su heredero... " (2).

Se marchó el Inca Garcilaso de Montilla en 1591 -luego de vender la casa heredada de su tío, que hoy todavía existe- cuando era un hombre maduro de 52 años, consolidado en su posición económica, familiarizado con las estructuras de la sociedad feudal y nutrido de las enseñanzas del Renacimiento. Estos aspectos de la biografía garcilasiana no eran bien conocidos hasta 1949-1950, cuando el empeño y la dedicación de Raúl Porras Barrenechea lo llevaron a realizar una exitosa campaña de investigación en los archivos de la localidad. El recordado historiador y diplomático había llegado allí originalmente en calidad de embajador del Perú en España, invitado por las autoridades montillanas para celebrar el cuarto centenario del nacimiento de San Francisco Solano, el franciscano "apóstol de Lima", e hijo ilustre de la villa.

Enseguida se dedicó Porras a hacer sus pesquisas documentales -que se prolongarían por varios meses-, buscando huellas de la presencia de Garcilaso en los registros de la iglesia parroquial de Santiago, en el archivo de protocolos notariales de Montilla y en los libros de actas del cabildo local. Así estuvo en condiciones de recoger una serie de 207 documentos, fechados entre 1557 y 1614, que dio a publicidad en un volumen editado oportunamente por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.(3) De ese conjunto de testimonios, 119 provenían del archivo de la parroquia de Santiago, 83 de los protocolos notariales, 4 de los libros de cabildos y uno (la licencia de embarque para América) del Archivo General de Indias.

En virtud de tal acopio documental quedó desechada la impresión de que el mestizo cuzqueño había sido sólo un ocasional residente o un simple visitante de la villa cordobesa. Antes bien, y según lo demuestran las numerosas referencias a Garcilaso actuando como testigo de bautizos, podemos afirmar que el personaje se halló enteramente compenetrado con la vida social de Montilla: aquí tuvo acceso a pingües rentas, adquirió esclavas moriscas para su servicio doméstico, se dedicó a la crianza de caballos y empleó sus ratos de ocio en la tarea de leer y escribir. No es pues tan verdadera la imagen negativa que el propio Inca pinta, en su Historia General del Perú (lib. V, cap. 23), diciendo que debió resignarse a vivir en la Península en "los rincones de la soledad y pobreza". En la mejor biografía dedicada al gran escritor, la de Aurelio Miró Quesada, se anota certeramente que el vecino de Montilla empezaba a contar con bienes suficientes, había ascendido en consideración social como sobrino y heredero de don Alonso de Vargas y ya no era el humilde mestizo recién llegado de las Indias, sino un "ilustre capitán" cuajado en la guerra contra los moriscos. (4)

Hay que considerar, además, que fue durante los inicios de su etapa montillana que el Inca decidió adoptar el nombre de Garcilaso de la Vega -en lugar de Gómez Suárez de Figueroa, como hasta entonces se llamaba- y que esto coincide con su renuncia definitiva a la idea de volver al Perú. El cambio de identidad simboliza por cierto el advenimiento de una nueva etapa en su vida, el enraizamiento en la tierra ibérica de "este hombre desengañado, lleno de incertidumbres y desnudo de toda ilusión" (5). Por otra parte, anota Aurelio Miró Quesada, "en Montilla la ausencia de una mujer definida en su vida es como una especie de presencia sin nombre, como un vacío que, por el hecho mismo de notarse, está indicando que conmueve y que existe" (6). En cambio, aparecen más claras las relaciones personales que Garcilaso sostuvo con don Pedro Fernández de Córdoba y Figueroa, cuarto marqués de Priego y todopoderoso señor de la villa de Montilla, sobre cuyos bienes tenía situados unos censos consignativos, que le suministraban una importante (aunque a veces impuntual) entrada.

Lo cierto es que la situación desahogada y el benigno temple de la campiña andaluza debieron de favorecer la dedicación del Inca Garcilaso a las letras. Utilizando seguramente el Vocabulario de las dos lenguas toscana y castellana de Cristóbal de las Casas (Sevilla, 1570), y apoyado en el grupo de maestros y hombres de iglesia que eran amigos suyos (7), se ocuparía en hacer la traducción de los Diálogos de amor de León Hebreo, cuya dedicatoria al rey Felipe II está fechada precisamente en Montilla, en enero de 1586. En un trabajo reciente, el investigador montillano Enrique Garramiola Prieto ha sugerido que el Inca debió poseer también acceso a la biblioteca privada de los marqueses de Priego, por cuyo inventario se sabe que contenía decenas de "obras de religión, derecho, geografía, historia, mitología, historia natural, agronomía y literatura", en idiomas latín, griego, italiano, francés, alemán y español (8). Con estas piezas pudo auspiciosamente completar los fondos que componían la mediana biblioteca de su casa (integrada por 200 volúmenes al momento de fallecer, en 1616).

Al margen de la exitosa campaña de investigación realizada hace más de cuarenta años por Raúl Porras Barrenechea, es evidente que aún quedan por consultar en Montilla algunos protocolos y registros que pueden ofrecernos aspectos suplementarios de la biografía de Garcilaso. En este sentido, por ejemplo, las investigaciones modernas de Garramiola Prieto han iluminado temas como la presunta mujer amada del Inca (¿doña María Magdalena de Figueroa y Angulo?), la identidad de sus hijos extramatrimoniales (llamados Alonso y Diego) y el alcance de sus vinculaciones socioeconómicas con la casa de Priego (9). Todo ello revela, sin lugar a dudas, la importancia de la dedicación pionera del maestro Porras, quien ayudó a enfocar con nuevas luces la trayectoria vital del cronista mestizo, abriendo sendas por las cuales todavía transitamos en la actualidad.

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NOTAS

(1) Versión revisada de una conferencia pronunciada en el Instituto Raúl Porras Barrenechea, de Miraflores (Lima: 27 de septiembre de 1995).

(2) Raúl Porras Barrenechea, El Inca Garcilaso de la Vega en Montilla [conferencia pronunciada en el Teatro Garnelo, de dicha localidad, el 14 de marzo de 1950] (Montilla: Gráficas Munda, 1992, pp. 47?48).

(3) El Inca Garcilaso en Montilla (1561?1614); nuevos documentos, hallados y publicados por Raúl Porras Barrenechea (Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Instituto de Historia, 1955, XXXV + 300 pp.).

(4) Aurelio Miró Quesada. El Inca Garcilaso [1945] (4.a ed. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 4.a ed.,1994, p. 114).

(5) Max Hernández. Memoria del bien perdido. Conflicto, identidad y nostalgia en el Inca Garcilaso de la Vega (Lima: Instituto de Estudios Peruanos & Biblioteca Peruana de Psicoanálisis, 1993, p. 103). Véase también Francisco de Solano "Los nombres del Inca Garcilaso: definición e identidad". En: Anuario de Estudios Americanos, 48 (Sevilla, 1991, pp. 121-150).

(6) Aurelio Miró Quesada Ob. cit., p. 115.

(7) Cf. Teodoro Hampe Martínez. "El renacentismo del Inca Garcilaso revisitado: los clásicos grecolatinos en su biblioteca y en su obra". En: Histórica, 18 (Lima, 1994, pp. 75-76).

(8) Enrique Garramiola Prieto. "El Inca Garcilaso de la Vega: romántico desgarro". En: Revista Histórica, 37 (Lima, 1990/1992, p. 92).

(9) Cf. Ibid., pp. 85-87 y ss.



* Publicado en: Alma Mater, Nº 13-14, 1997.

El Reportero de la Historia, 2:45 p. m.