Cátedra Raúl Porras Barrenechea

Blog-Homenaje a la memoria de Raúl Porras Barrenechea,
Historiador y Profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

03 agosto 2007

Homenaje a Raúl Porras Barrenechea (1897-1997) *

Por Carlos Eduardo Zavaleta

Durante los primeros meses de este año, que constituye el primer centenario de su nacimiento, se han realizaron tanto en Lima como en provincias una serie de exposiciones, ciclo de conferencias y actos en diversas instituciones en las cuales participó en vida, que nos hacen presagiar que continuarán con el mismo vigor, seriedad y aun entusiasmo durante el resto de los meses.

Hitos esenciales para tal celebración fueron la formación de "filiales" del Instituto Porras Barrenechea en ciudades como Pisco, Cusco, Arequipa, Huaraz y otras; asimismo, la designación por el Congreso de una Comisión Nacional que preside el Dr. Enrique Chirinos Soto y que coordinó con el Instituto Porras Barrenechea, el verdadero motor de la celebración, nuevas actividades. Fecha especial de recuerdo, actos litúrgicos y romerías fue el 23 de marzo, en que naciera, así como lo será el próximo 27 de setiembre, fecha de su infausto fallecimiento. Entre las numerosas conferencias, se destacaron las ofrecidas por distinguidos especialistas durante el "Mes de las Letras", abril, en el Banco Continental, así como la organizada por la Academia de la Lengua y de Historia, y el curso "San Marcos y su Historia".

Las autoridades de San Marcos le rindieron su homenaje especial el 12 de mayo, aniversario de fundación de nuestra universidad, y a la vez anunciaron que ella patrocinará la publicación de las Obras Completas del distinguido maestro, que en justamente la noticia más esperada por todos.

En nuestros próximos números seguiremos dando cuenta (y con más detalles) de estas celebraciones sucesivas que honrar a uno de los maestros sanmarquinos más prestigiosos dentro y fuera del país.

Discípulos de Raúl Porras

Quizá nunca se sepa cuántos discípulos tuvo Porras, no sólo en las aulas de San Marcos o la Católica, o antes, en los colegios Anglo?Peruano y Raimondi, sino en la relación que, fuera de las aulas, estableció él en su casona de Colina 398, Miraflores convertida durante décadas en auténtica Casa de Cultura, y a la cual acudían parte de sus alumnos, en busca de libros o de alguna ilustración verbal sobre temas humanistas.

Quienes tocaban su puerta podían gradualmente conocer a sus amigos, o inclusive ver pasar la sombra de su madre por los pasadizos del inmueble, transformado en una incontenible biblioteca que crecía como las hiedras, y algunas tardes los aposentos se volvían saloncillos de tertulia, por donde uno, temeroso o vanidoso, zigzagueaba entre personajes (algunos ya ilustres) de la cultura o la política.

Un tercer grupo de jóvenes universitarios tuvo la suerte de acceder hasta él por razones directas de trabajo. Si él era generoso ofreciendo sus "fuentes", sus libros y aun sus ensayos inéditos para orientar a los futuros graduandos, también era gentil para buscarles trabajo a muchos jóvenes necesitados de algún salario.

Entre ellos me encontraba yo en 1951, recién fugado como de una prisión, digo, de la Facultad de Medicina de San Fernando, después de recibir un galardón literario en San Marcos que significó mi traslado a la Facultad de Letras. Supe que Porras, director del Instituto de Historia, había convocado a un primer Congreso Internacional de peruanistas para celebrar el IV centenario de la fundación de San Marcos. Vendrían especialistas de todo el mundo. Luis Jaimes Cisneros fue designado secretario general del cónclave. Por él obtuve uno de los puestos de secretario que servirían a las órdenes de Cisneros y luego del propio Porras. Así conocí también a discípulos suyos de la talla de Pablo Macera y Carlos Araníbar.

Una de mis tareas consistió en servir de mecanógrafo para algunos importantes ensayos que redactaba Porras: los prólogos a la Gramática y Lexicón de Fray Domingo de Santo Tomás, y el del Vocabulario del padre Diego González Holguín. Aunque la obra que de veras me fascinó fue Mito, tradición e historia del Perú, texto de su conferencia en mayo de 1951, cuya impresión también revisé en agosto del mismo año.

El cargo efímero acabó demasiado pronto. Convertido ya en bachiller con una primera tesis sobre William. Faulkner, entre 1953 y 1954 estudié becado en Estados Unidos, y de regreso, volví a trabajar con Porras entre 1955 y 1956. De esa época lo que más recuerdo es su brillante "Estudio preliminar" a los Paisajes peruanos, de Riva-Agüero, bello libro donde el prólogo es tan extenso y valioso como el texto que se supone principal.

Yo no puedo llamarme discípulo de Porras, pues jamás asistí a sus clases (sólo a sus conferencias) ni investigué en temas históricos, pero él, con su entusiasmo y dedicación al estilo, me enseñó a escribir y a amar la literatura.

Porras fue tan generoso que no sólo me recomendó en 1956 para obtener la beca Javier Prado), sino aceptó ser testigo de mi boda; en vísperas de viajar con mi mujer a Madrid, él nos visitó en la calle Ocharán, de Miraflores, y nos deseó suerte, dándonos de regalo un sobrecito con unos dólares que no hubiéramos supuesto.

Al salir, mi mujer y yo despedimos al hombre bajo, de traje azul y gran cabeza, de tez sanguínea, sonriente, que se alejó llevando en el asiento posterior de su viejo automóvil a dos jóvenes que asimismo trabajaban para él. Eran Carlos Araníbar y Mario Vargas Llosa. Así de cortés y gentil era Porras con su secretarios y discípulos.


* Publicado en: Alma Mater, Nº 13-14, 1997.

El Reportero de la Historia, 1:42 p. m.