Cátedra Raúl Porras Barrenechea

Blog-Homenaje a la memoria de Raúl Porras Barrenechea,
Historiador y Profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

27 junio 2006

Porras a Relaciones Exteriores

Por Enrique CHIRINOS SOTO

Las elecciones de 1956 clausuran el gobierno del general Manuel A. Odría y son el punto de partida para el segundo gobierno de Manuel Prado. En ellas, la lista vencedora de senadores por Lima fue encabezada por José Gálvez. El segundo puesto correspondió a Raúl Porras.

Gálvez pertenecía a la generación arielista o del novecientos, como José de la Riva Agüero, Víctor Andrés Belaunde o Francisco y Ventura García Calderón. Porras, a la generación del Conversatorio Universitario, como Jorge Basadre, Luis Alberto Sánchez, Jorge Guillermo Leguía o Manuel Abastos. Por lo demás, José Gálvez Barrenechea y Raúl Porras Barrenechea eran próximos parientes. En su generación, Gálvez militaba, si se quiere, en el ala izquierda de la poesía y del más fervoroso liberalismo. Porras, pese a su hispanismo, a su condición intemporal de súbdito poético de Felipe II, también era orgánicamente liberal. En 1945, Gálvez había sido elegido Primer Vicepresidente de la República en la fórmula de José Bustamante y Rivero. También había sido elegido senador por Lima y elevado, en esa calidad, a la presidencia de la Cámara Alta. En 1956, volvió a ser elegido Presidente del Senado. En dos ocasiones, pues, en 1945 y 1956, le correspondió al ciudadano libremente elegido por los pueblos: Bustamante y Rivero primero; y, once años más tarde, Prado.

El mismo gobierno de Bustamante acredita a Porras como Embajador en España. Más que un nombramiento, era una reparación para quien había servido tantos años al Perú en Torre Tagle. Cuando Porras llega a Madrid, ya ha caído Bustamante. Todavía presenta credenciales al generalísimo Franco. Poco más tarde, víctima de una zancadilla, que acaso combinan los gobiernos de Lima y de Madrid, tiene que renunciar. Por eso, contrae una invencible aversión por Odría. En el Perú, vuelve al claustro universitario, como impar catedrático de Historia. Escuché, sin ser alumno todavía de San Marcos, algunos de sus clases, siempre elocuentes y ante auditorio atestados.

Era natural que Porras aceptase encantado integrar la lista parlamentaria que presidía Gálvez y que apoyaba el Partido Aprista. Hasta entonces, no había intervenido en política y menos había tomado parte en proceso electoral alguno. Gálvez, como ya se ha reseñado, fue elegido Presidente del Senado. Porras, Vicepresidente. A poco, en febrero de 1957, muere Gálvez. Porras lo reemplaza a la cabeza de la Cámara Alta. En el entierro de Gálvez, Porras se refiere a él como el "másnoble profesor de humanidad y liberalismo, y educador de la ciudadanía, en nuestro siglo incierto, negativo, impulsado por la seducción de lo fácil, lo irracional y lo inhumano".

Entonces, sus amigos, de distintas tiendas políticas, le organizamos un gran banquete en el Hotel Bolívar, que alcanzó a mil quinientos cubiertos. Queríamos respaldar a Porras y decir nuestra satisfacción cívica porque tan eminente intelectual ocupara posición tan conspicua. Ofreció el homenaje Manuel Cisneros Sánchez, Presidente del Consejo y Ministro de Relaciones Exteriores. Porras le dio respuesta con un discurso de antología, en el que dice, por ejemplo: "El liberalismo es humanismo, o sea, la negación de todo fanatismo, y la exaltación del Espíritu sobre las fuerzas del instinto que conspiran contra la libertad y el derecho. Para mí, el credo liberal no es una posición política, sino intelectual y ética: Es la vigencia del diálogo y de la discusión, la franquicia para decir y escuchar de los que pende el porvenir de la democracia y de la cultura".

Pero Porras era presidente del Senado, no por su propio derecho, sino por derecho de sucesión. No había sido elegido como tal. La elección de junta directiva, en ambas ramas del Congreso, debía efectuarse el 27 de julio de 1957. Porras no militaba en la mayoría parlamentaria. Por otra parte, ¿le convenía al presidente Prado que Porras, una personalidad independiente, encumbrada como el que más y, por añadidura, imprevisible, fuese elevado a la presidencia del Senado? A Prado, político muy ducho y muy frío, no le convenía Porras en esa posición. No fue elegido. En contienda con Enrique Torres Belón, la mayoría optó por este último y lo eligió Presidente del Senado. Porras fue preferido. En el acto, pasó de una actitud de independencia a una de radical oposición. Censuró ásperamente a Cisneros Sánchez por el envío a las Naciones Unidas de un manto de Paracas, que todavía está allá en uno de los corredores principales, donde pregona el nombre y la cultura milenaria del Perú.

En enero de 1958, hay crisis parcial de gabinete. Cisneros pasa de la cartera de Relaciones Exteriores a la de Justicia, reteniendo la presidencia del Consejo. Como Canciller, lo sucede Víctor Andrés Belaunde. A Víctor Andrés, no le atraía para nada la función ministerial. Acción Popular protestó porque el gobierno utilizaba, "como escudo protector", el mismo apellido ABelaundeA del Jefe y fundador de ese partido. En verdad, se trataba de completar el currículum de Belaunde, que no había desempeñado la Cancillería, para que fuese más fácilmente elegido Presidente de las Naciones Unidas, lo que había de ocurrir ese mismo año.

Al iniciar su segundo gobierno, Prado cree que, tal como en el primero, puede gobernar sólo con sus amigos personales y políticos. No era ése el caso. Tenía que ensayar una apertura hacia los independientes y aun los opositores. En abril de 1958, al renunciar Belaunde, Prado hace llamar a Raúl Porras. En junio de 1958, la crisis es total porque renuncia el Presidente delConsejo, Cisneros, y lo reemplaza Luis Gallo Porras; pero Porras permanece en Torre Tagle. De donde se ve que no había animadversión de Prado contra Porras, sino que, simplemente, Porras le hubiera resultado incómodo como Presidente del Senado, y en cambio como Canciller llenaba de prestigio a la diplomacia peruana. Víctor Andrés le había preparado el camino a Porras. Y Porras impuso condiciones para ingresar al gobierno. A Antonio Pinilla Sánchez Concha, de la generación joven, le sería encomendada la cartera de Trabajo. Guillermo Hoyos Osores ingresaría a Torre Tagle como asesor del Canciller y con rango de embajador. Prado acepta. Es de advertir que Hoyos, como director de "La Prensa", había combatido enérgicamente la candidatura presidencial de Prado en 1939. Pero Prado no tenía rencores. Jugaba en el tablero de la política como quien juega en el tablero de ajedrez: Se hace lo que se debe hacer, sin ánimo de hostilidad contra ninguna pieza en particular. Cuando Prado corona su política de apertura con el gabinete Beltrán en julio de 1959, Porras retiene Relaciones Exteriores. Porras y Beltrán habían sido compañeros de aula en el Colegio de la Recoleta, donde también estudiaron, con años de diferencia, Riva Agüero y Luis Alberto Sánchez.

En 1958, como ya he referido, Porras me lleva, como agregado de prensa, a la conferencia extraordinaria de cancilleres en Washington que convoca el Secretario de Estado Foster Dulles. En 1960, me lleva en la misión que participa, en San José de Costa Rica, en dos conferencias de cancilleres: una para juzgar el caso de Rafael Leonidas Trujillo, antiguo dictador de la República Dominicana; y la otra para juzgar el caso de Fidel Castro, nuevo dictador de Cuba. La actitud de Porras respecto de Castro debe se materia de relato aparte. De vuelta de San José, Porras, muy envejecido, renuncia a la Cancillería y muere. Yo escribí el emocionado editorial que le dedicó "La Prensa". Cualesquiera que hubieran sido las diferencias de nuestros puntos de vista, a propósito de Castro, yo me sentía discípulo de Porras y le profesaba una fervorosa admiración. Al paso de las lecturas y los años, esa admiración no sólo no ha disminuido sino que se ha acrecentado.


Publicado en el diario El Comercio el 22 de agosto de 1995, p. 2
El Reportero de la Historia, 11:59 p. m.