Cátedra Raúl Porras Barrenechea

Blog-Homenaje a la memoria de Raúl Porras Barrenechea,
Historiador y Profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

29 junio 2006

Raúl Porras, peruano integral

Por Enrique CHIRINOS SOTO

El Congreso de la República, al que hoy tengo el honor de representar, ha querido, por decirlo así, mediante ley expresa, enaltecer y oficializar los homenajes nacionales que, necesariamente, habían de rendirse a Raúl Porras Barrenechea en este año, en que se cumple el centenario de su nacimiento.

La sociedad civil había de rendirlos. Habrían de rendirlos las universidades y las academias. Los amigos y los discípulos. Los intelectuales y los allegados. Además, el Congreso quería que, en ese homenaje, estuviese presente el Estado para reconocer a uno de sus ciudadanos más ilustres. Estuviese presente la Nación a la que el Congreso encarna con una latitud que no se compara con la de nadie. En torno de la memoria de Porras, se congrega el Perú entero, desde Tacna a la que acompañó en horas de tribulación, previas sin embargo a su retorno al angustiado seno de la Patria; hasta Tumbes, cuya peruanidad defendió con denuedo de caballero medieval; desde el mar - escenario para la hazaña de Miguel Grau que Porras habría de celebrar con elocuencia incomparable- hasta la selva respecto, de la cual, más de una vez, reivindicó, lanza en ristre, nuestros irrenunciables derechos amazónicos.

Por eso, porque fue Porras un peruano integral, el Congreso ha convocado, al país entero, para la evocación y el recuerdo de su figura prócer. Porras fue senador por Lima y vicepresidente del Senado. Por eso, está aquí el Congreso de la República. Fue diplomático, embajador en Madrid, desvelado servidor de muchos años de nuestro Archivo de Límites. Por eso, está aquí el Ministerio de Relaciones Exteriores. Fue historiador de garra que buscaba datos como joyas, pero también era dueño de una perspectiva muy amplia y de una cultura asombrosa, para explicar y desentrañar el sentido de los acontecimientos históricos. Por eso, está aquí la Academia Nacional de Historia. Fue maestro al que libremente se acercaban los jóvenes, como los niños a Jesús. Por eso está aquí el Ministerio de Educación. Fue catedrático y conferenciante fuera de concurso. Por eso, están presentes su amada San Marcos, la Pontificia Universidad Católica y la Asamblea Nacional de Rectores. Fue escritor eximio, vivaz por el tono, clásico por la profundidad y el equilibrio de la reflexión. Por eso, está aquí la Academia Peruana de la Lengua. Fue publicista, ensayista, polígrafo con una erudición asombrosa. Por eso, está aquí, el Instituto Riva-AgÜero, que lleva el nombre del poderoso intelectual de quien Porras se declara discípulo, y en veces -como en el prólogo a Paisajes Peruanos- el discípulo iguala o supera al maestro. Fue limeño fervoroso y devoto miraflorino. Por eso, nos recibe el Concejo de Miraflores y está aquí el Provincial de Lima.

La ley es la máxima expresión de la voluntad nacional y el Congreso es el intérprete de esa voluntad. Por mandato de la ley -que puede ser aun coercitivo, aunque no lo tenga que ser, por cierto, en el caso del gran historiador-, el Perú rinde homenaje a Raúl Porras Barrenechea. De tal suerte, el Congreso ciñe al maestro con una augusta corona cívica, en esta ciudad de Miraflores, donde Porras, como don Ricardo Palma, quiso envejecer y morir.

Porras nace en Pisco. Por eso, nos acompaña el Alcalde de esa ciudad, Leoncio Ramón Lozán Luyo, donde también nació, en la aldea próxima de San Andrés de Pescadores, Abraham Valdelomar. Porras crece en Lima, a la vera del puente, del río y la alameda, según la frase que Porras acuñó para que la cantase Chabuca Granda. Porras se educa en el Colegio de la Recoleta. Por eso, se habla imparcialmente de tú con Luis Alberto Sánchez o con Pedro Beltrán. Porras escudriña como nadie el nombre del Perú y desvela sus misterios, las flaquezas, los encantos de su mito, su tradición y su historia.

Porras no quería las panacas. Ni las que se formaban alrededor de los incas difuntos, ya convertidos en momias, ni las que se organizan a propósito de peruanos eminentes que, por serlo, no deberían ser y no son patrimonio exclusivo de nadie. El Instituto Raúl Porras Barrenechea no es una panaca. No se ha movilizado nada más que para rendir pleito homenaje a su figura insigne, sino que estudia a Porras, lo compila, lo actualiza con la devoción y la autoridad de intelectuales tan versados y amigos tan próximos como Jorge Puccinelli y Félix Alvarez Brun. Sin el Instituto, no hubieran podido rendirse los homenajes que empiezan a tributarse a Porras y seguirán tributándose en el curso del año.

Precisamente, porque a nadie pertenece nos pertenece a todos. Fue considerado hispanista quizá por razón de su devoción y admiración a don Francisco Pizarro; pero nadie como él se sumergió en las fuentes de nuestra historia prehispánica. Sin concesiones a lo que pudiera parecer ultramontano, reconocía la contribución de la Iglesia Católica, a través de España, a la formación cultural del Perú, tal como dice desde 1979 la Constitución de nuestro país. No era hombre de partido; pero mantuvo una amistad nunca interrumpida con Víctor Raúl Haya de la Torre. Le interesó inicialmente la historia republicana, y ha trazado la biografía de algunos de nuestros hombres públicos más ilustres como Toribio Pacheco. Era esencialmente liberal en el mejor sentido de la palabra, en el sentido de la generosidad, de la tolerancia y del respeto para las convicciones ajenas. Se le acusó hasta de partidario del generalísimo Franco; pero no vaciló en renunciar a la embajada en Madrid para desdeñar los desplantes de un funcionario de la Falange. En 1960, convocó una conferencia de cancilleres en la que, según instrucciones de su gobierno, había que acusar a Fidel Castro; pero él dijo lo que le vino en gana, en gesto hispánico que admiré, aunque, políticamente, no podía compartir. Porras ha hecho más política de la que podemos imaginar. En 1939, conspiró contra Benavides, según me acabo de enterar, y estuvo predestinado para desempeñarse como Secretario General, con rango de ministro, del nuevo Jefe de Estado.

En 1957, al morir José Gálvez, Porras asume, en su calidad de vicepresidente, la presidencia del Senado. Sus amigos le ofrecimos entonces un banquete de mil quinientos cubiertos en el Hotel Bolívar.

Al dar respuesta a Manuel Cisneros Sánchez, Porras dice: El liberalismo era, desde la revolución del 95, la fórmula imperante y ella moldeó nuestras ideas y nuestros sentimientos. El credo inicial que recibimos de anteriores generaciones y de las más puras figuras del liberalismo peruano del siglo XIX, fue liberal; y yo sigo pensando que el liberalismo cristiano y ungido de la emoción social es una de las más altas formas en que ha cristalizado el espíritu humano... El liberalismo es humanismo, o sea la negación de todo fanatismo y la exaltación del espíritu sobre las fuerzas del instinto... Para mí, el credo liberal no es una posición política sino intelectual y ética... Gracias.

(Discurso, a nombre del Congreso, en el homenaje rendido a Porras en el Concejo Municipal de Miraflores).


Publicado en el diario El Comercio el 1 de abril de 1997, p. 2
El Reportero de la Historia, 12:03 a. m.